¿Dónde estamos?
La larga agonía de la dictadura franquista hizo que muchos empezaran a creer en la eternidad. Otros, en cambio, ingenuamente creyeron que con la instauración de la monarquía, la voladura de Carrero, la legalización del PC, el fracaso de Tejero, la victoria electoral del PSOE, los JJ OO de Barcelona, la movida madrileña y el triunfo deportivo en Sudáfrica, el franquismo había quedado definitivamente atrás. Podríamos enzarzarnos en una discusión interminable acerca de cuál de las dos creencias coincide con la realidad. De hecho, esa discusión, elevada al rango de cuestión metafísica, nunca ha dejado de estar presente en los mentideros políticos de cierto nivel, pero últimamente ha cobrado una virulencia especial debido a los acontecimientos de Cataluña.
Nunca, desde la sangrienta agonía franquista, habíamos oído con tal claridad y rotundidad la afirmación de que el Gobierno de España reproduce los modos propios del franquismo, que no conoce otra forma de hacer política que no pase por la persecución mediática y el ensañamiento jurídico-policial. Enseguida han surgido voces "autorizadas" como las de la vieja guardia del felipismo (no olvidemos que engañaron a todo un país con su famoso referéndum) diciendo que las denuncias del Govern acusando al Gobierno central de conculcar los DD HH y de encarcelar a presos políticos como en los mejores tiempos de la dictadura es una exageración, como si tales denuncias pudieran hacer mella a sus medallas de víctimas franquistas. Evidentemente, no es lo mismo un franquismo con Franco que sin él, pero no es menos cierto que el nacionalcatolicismo forjó el mito nacionalista de la "unidad de destino en lo universal", alimentado por el fantasma del enemigo interior, y ahí sigue arraigado de manera perenne. ¿Quién puede honestamente negar que en el Gobierno central (ya sea del pájaro o de la rosa) se haya practicado sistemáticamente la persecución política, sobre todo en aquellos lugares en los que el mito no había fructificado convenientemente? ¿Acaso es lo mismo la quema de un contenedor en Alsasua que en Vitigudino? Si el referéndum de autodeterminación se hubiera convocado en La Rioja, ¿habríamos tenido que presenciar semejante brutalidad represiva? La violencia gratuita en las calles y plazas de Cataluña, aparte de inútil, fue un espectáculo absolutamente bochornoso, al que sólo le faltó el color gris de los uniformes. Puede que la sombra del franquismo nos los hiciera ver de otro color. Porque no cabe duda que la sombra del franquismo es alargada, muy alargada.
Ismael Almanza Riesco, Pola de Siero
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