Simbólico, de mentirijilla
En 1977 hacía dos años que había muerto Franco y nos encontrábamos en plena transición política, social y cultural. De lo político se ha escrito mucho, de lo social y cultural menos.
Un grupo de profesionales de la medicina, psicología, pedagogía, del trabajo social, con nuestra diplomatura en Sexología bajo el brazo, iniciamos los primeros pasos para crear la Sociedad Española de Sexología. Nos habían llegado noticias de que en Barcelona también estaban en ello y, al parecer, la iniciativa estaba muy avanzada. Para los madrileños, castellanos y el resto de España, Barcelona era la avanzadilla en todo lo referente a lo cultural e iniciativas sociales. No dudamos en mantener el primer encuentro en la ciudad condal, para tratar el tema. Xavier Trias i Vidal de Llobatera (años más tarde Alcalde y hoy protagonista de los “Paradise Papers”), por entonces vocal del Colegio de Médicos de Barcelona, nos dio la bienvenida dentro de la programación oficial de este encuentro.
No recuerdo debates más acalorados por el nombre de la nueva criatura. Los catalanes más moderados querían que fuera: Federación Estatal de Sociedades de Sexología y el resto nos pronunciábamos por Sociedad Española de Sexología. Al final se produjo una salida de compromiso: “La Federación Estatal” estaría abierta a todas aquellas sociedades provenientes de los diferentes territorios del Estado español.
Como se trataba del primer un encuentro, lo más atractivo tenía que ver con las aportaciones que los distintos participantes, bien a título individual o grupal, veníamos desarrollando en los distintos territorios de España. La sorpresa fue que los convocantes al encuentro (los catalanes) no tenían nada que compartir ni divulgar porque sencillamente no tenían nada ni habían hecho nada. Sólo querían “pelear” por llevarse a la ciudad condal la sede de la nueva iniciativa que había nacido en Madrid, de la mano de Efigenio Amezúa, director del Instituto de Ciencias Sexológicas (INCISEX), donde nos formamos un buen número de profesionales desde 1974. Todo era humo, todo era una engañifa, todo era de mentirijilla, simbólico.
Recordaba hoy éste episodio, al enterarme de que Carme Forcadell, presidenta del Parlament de Catalunya, había declarado ante el juez del Tribunal Supremo que lo de la declaración de independencia sólo fue un acto simbólico, es decir de mentirijilla, que no había nada de nada y que, por supuesto, ella acata la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Catalunya.
Confieso que para mí no fue una sorpresa, después de la “tocata y fuga” en forma de vodevil de su “President Puigdemont” hacia tierras belgas, desde donde combate a las “fuerzas fascistas españolas”, mientras toda Europa le da la espalda, la prensa seria le llama payaso y dentro de poco los focos mediáticos también le darán la espalda; pero sí me pregunto: ¿cómo se habrán quedado todos aquellos catalanes de buena fe que acudían a los mítines y arengas de esta señora que sin tener ninguna actividad política previa, fue elevada a segunda autoridad de Catalunya, como Presidenta del Parlament, al grito de: ¡resistid, resistid, ni un paso atrás, declararemos la República Catalana!? Aquellos ciudadanos que, convencidos de la arcadia feliz que les pintaba Oriol Junqueras, no dudaron en salir a las calles a pedir libertad para Catalunya, durmieron al raso en las puertas de los colegios electorales la noche anterior al 1 de Octubre y sufrieron la estúpida y gratuita agresión de las fuerzas de seguridad del Estado por ejercer un acto (el voto) que no tenía ninguna validez jurídica, más que en el imaginario de la señora Forcadell, Puigdemont, Junqueras... sólo era algo simbólico.
Han desgastado tanto la palabra “dignitat” como reclamo para el “poble” de Catalunya a lo largo de todo el “procés” que sus dirigentes se han quedado sin ella, sin dignidad, y los ciudadanos de a pié, a pagar la factura del desastre.
Marcelo Noboa Fiallo, Gijón
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