La Nueva España » Cartas de los lectores » En el aniversario de una muerte y otras

En el aniversario de una muerte y otras

24 de Noviembre del 2017 - coro junquera lantero (Oviedo)

Porque cuando se habla de este triste aniversario, el primer nombre que lo encabeza es el de Ignacio Ellacuría, para después añadir junto a él, y en el mismo acto odioso e injusto, los de los otros cinco jesuitas y las dos mujeres.

El 16 de noviembre de 1989 fue asesinado por un pelotón del batallón Atlácatl de la Fuerza Armada de El Salvador, bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, en la residencia de la Universidad, junto con los jesuitas Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López. Fueron también asesinadas Elba Julia Ramos, persona al servicio de la residencia, y la hija de ésta, Celina, de 15 años.

Estos asesinatos, premeditados y dentro de lo que venía siendo habitual en la dictadura salvadoreña, como en tantas otras, removió los estamentos de uno y otro lados por razones bien distintas.

Por un lado, porque todos aquellos defensores de la teología de la liberación , (movimiento que volvió a los orígenes del cristianismo y a una “lucha a pie de calle” y que fue una bocanada de aire limpio) vieron cómo volvían las persecuciones y los sufrimientos a cristianos que estaban posicionándose en contra del poder establecido .Y por otro, porque a todos aquellos que estaban en contra de estas “moderneces” y que veían en sus protagonistas un peligro que hacía tambalearse los cimientos de un cristianismo establecido en todo lo contrario de lo que debía ser, les dio una patética tranquilidad el ver que ciertas “audacias y osadías” se pagaban hasta con la muerte .

Las conclusiones principales que Ellacuría extrae para la teología de la liberación son:

El Jesús histórico, indefenso aunque juzgado, no fue muerto por confusión de sus enemigos (como tampoco ocurrió con el asesinato de Ignacio Ellacuría), sino porque era una amenaza contra el orden social establecido.

El Jesús histórico no predica un Reino de Dios abstracto o trascendente, en el más allá, sino concreto, en la realidad, en medio de un mundo estructuralmente contradictorio e injusto.

Lo que fue la vida de Jesús (también la de Ignacio) representaba una oposición al mundo y a los poderes de su tiempo. La fe en ese tipo de vida implica seguimiento y compromiso, implica mantener la antorcha del amor y la justicia frente al odio y la opresión.

Si yo, que poco tengo de buena practicante cristiana, en algo estoy de acuerdo, es en esto.

“Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”. En este sentido, el Papa Francisco está llevando a cabo la intuición primordial de la teología de la liberación y secundando su marca registrada: la opción preferencial por los pobres, contra la pobreza y a favor de la vida y la justicia.

En este sentido, llámese o no, esté tan de moda o no, parece que sigue vivo el espíritu de aquellos teólogos que un día plantaron cara y vivieron y hasta dieron su vida por esta idea.

Ellos, los teólogos, los jesuitas, sabían que se la jugaban. ¿Pero y ellas, y esas dos mujeres –madre e hija– que cayeron asesinadas junto a ellos? Elba Julia Ramos y su hija Celina, de 15 años.

Elba, después de muchas vicisitudes y tristezas, entre ellas la muerte de dos hijos varones nacidos antes que Celina, consiguió empleo como cocinera en el teologado de los jesuitas, en Antiguo Cuscatlán. La señora que cuidaba la casa cural de Las Delicias la avisó de esta oportunidad, que no dejó pasar. Cuatro años más tarde, en 1989, Obdulio, su marido, consiguió un nuevo trabajo. La comunidad universitaria necesitaba un jardinero que se hiciera cargo del inmenso terreno donde Segundo Montes planificaba sembrar hortalizas y árboles frutales. Montes le ofreció el trabajo y una casa recién hecha, junto al portón de entrada, en la avenida Einstein. Obdulio aceptó y desde entonces hasta su muerte, cuidó del jardín con gran cariño.

Temprano, en la mañana del 16 de noviembre, Obdulio las encontró abrazadas en la muerte. El cuerpo de Elba sobre el de Celina, en un intento inútil por protegerla de las balas. Él fue el primero que encontró en el patio los cuerpos tendidos sin vida de los cuatro jesuitas. Los otros dos estaban dentro de la residencia. Obdulio sobrevivió porque los asesinos no lo vieron. Mudo de horror, se dirigió a la residencia vecina para avisar a los otros jesuitas de lo que había sucedido esa madrugada.

Silencioso y servicial, Obdulio siguió trabajando como jardinero. En el sitio donde encontró los cuerpos de los cuatro jesuitas plantó rosas. En el centro colocó dos rosales amarillos, uno por Elba y otro por Celina. Alrededor de ellos plantó seis rosales rojos. Cuidó de ellos hasta su muerte, ocurrida en 1994. La tristeza y la nostalgia se apoderaron de él. A los visitantes les mostraba con amabilidad el jardín de rosas y les explicaba su significado. Presa del miedo, al comienzo se negó a proporcionar mayores detalles a los periodistas; pero después, con el paso del tiempo, fue hablando cada vez más. Perdió el miedo a las cámaras y a los micrófonos, pero siempre se lamentó de lo que calificó como una ingratitud inmensa. Murió a causa de una infección mal atendida, pero es probable que tampoco él quisiera seguir viviendo. La vida se había vuelto una carga excesivamente pesada para él. La ingratitud era más de lo que podía soportar.

Mi pequeño y humilde homenaje a todos aquellos que viven y mueren por y para los demás

Coro Junquera Lantero, Oviedo

Cartas

Número de cartas: 49013

Número de cartas en Diciembre: 136

Tribunas

Número de tribunas: 2176

Número de tribunas en Diciembre: 4

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador