¿Ficción imposible?
Así lo han querido, y quieren, que el resto se lo haya creído, y siga creyéndoselo: La democracia es la mejor forma de gobierno posible.
El ciudadano común no tiene muchas dudas al respecto. Si algo pía, lo hace, no por el sistema, sino por el mal uso que de él hacen los encargados de su aplicación. Lo que me hace preguntarme: ¿puede la suma de tantas imperfecciones (entiéndase imperfección como sinónimo de ser humano) dar lugar a un ente (Gobierno), no digo ya perfecto, sólo aceptablemente imperfecto?
Teniendo en cuenta que en algún momento se consideró la obra de arte como un conjunto de detalles perfectos, ¿cómo llamaríamos al conjunto de detalles (gobierno integrado por seres humanos) tan sumamente imperfectos?
No doy la respuesta, por obvia (al menos para mí) y escatológica. Pero siento que me he metido en un jardín del que no quiero salir. Creo que ese pensamiento sobre la obra de arte, como conjunto de detalles perfectos, debió de generarse contemplando algún cuadro de Da Vinci, y creo que debió, o debería, quedar invalidado contemplando alguno de Picasso. Sin embargo, lo cierto es, al menos es lo que a mí me parece, que la obra de arte puede ser tanto un conjunto de perfecciones como de imperfecciones inteligentes complementadas con otras consideraciones nacidas a la luz del arte moderno.
¿Por qué, entonces, me parece imposible un Gobierno aceptable, aceptando que no es necesaria la perfección de sus integrantes para lograrlo?
Sencillo: el cuadro puede llegar a obra de arte porque lo pinta una sola mano, o dos, dirigida/s por un único cerebro, mientras que el Gobierno está conformado por una ralea de cerebros y manos impresentables que, si bien es cierto que comparten intención (lograr poder y pasta bancaria), son diferentes sus ideas para lograrlo. Uno quiere pintar un burro rampante, otro una ristra de chorizos colgante, otro una alpargata viuda de pie... Resultado: esta España suya.
Una obra, para desgracia suprema, de eterna ejecución subvencionada que jamás será rematada. De ahí mi elucubración.
En algún muy lejano momento leí, no recuerdo si era o no ciencia ficción, que un problema, cuando menos pistonudo, si no el mayor, para los viajes interespaciales, era la vulnerabilidad mental del individuo que pilotara la nave interespacial. Consideraban imposible que un ser humano sometido a tan extrema, prolongada y constante presión pudiera en todo momento responder de forma adecuada ante cualquier situación inesperada. Solución: extraer y mantener vivo un cerebro humano virgen y aislarlo en un medio absolutamente aséptico. Nada ni nadie podría contaminarlo. Su único contenido sería el conocimiento requerido para llevar a cabo la misión encomendada. He aquí el piloto perfecto.
Cuando leí esto, la cibernética aún estaba en calzoncillos. Imagínense ahora, que por lo menos ya tiene camiseta y zapatillas. No sería necesario algo tan macabro y engorroso como un cerebro sólo maculado con el conocimiento necesario. Y aunque, quizás, a lo peor, sea más dificultoso gobernar España que una nave interestelar, estaría chupado, de no contar con la oposición frontal del personal. Mera cuestión de CPU, RAM y todas esas gaitas que los técnicos dominan.
Y es que cuando me da por inventar...
Marino Iglesias Pidal, Gijón
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