El Busgoso rabia por El Ferreiro
Hoy, siguiendo rastros en la nieve, me encontré con unos bien conocidos, pero que hacía tiempo que no veía. Salían unos metros del arbolado y luego retornaban; y un poco más allá sucedía lo mismo. Eran rastros de correr y saltar, sin duda, y pertenecían a un buen amigo que no se prodiga mucho en visitas. Intrigado por lo que le ocurría, penetré en el bosque y, al cabo, oí un estrépito de ramas quebrándose, piedras rodando y animales huyendo. Y, siguiendo este rastro sonoro, hallé al Busgoso un poco más allá. Estaba como loco, dando saltos desde el suelo a los árboles, de una rama a otra, rompiendo iracundo todo lo que podía.
Para, hombre, para le dije .¿No ves que vas mancate? ¿Qué te pasa pa´ ponete así?
Y él, que no debía tener ganas de ver a nadie, echó a correr hacia lo más profundo del bosque mientras gritaba:
¡Botaron al ferreiro! ¡Botaron al Ferreiro! ¡Estos acabouse! ¡Acabouse!
Yo me dispuse a gritarle que no, que eso no lo podrían hacer nunca, que botar a El Ferreiro del museo es como despedir al Busgoso del trabajo de Busgoso: absurdo. Pero el tipo ya iba lejos y me pareció que ya estaba bien de ruidos. Ya le veré otro día.
No le faltan motivos, sin embargo, para enfadarse, que, de momento, el museo está partido en dos: los objetos dentro y Pepe fuera. Y, claro, los objetos, por sí solos, no son más que cachos de madera y fierro. Son el resultado de una transmisión cultural de conocimientos, y esa transmisión la realizaba Pepe. Da la risa que quieran inventariar nada. ¿Cómo van a catalogar nada? ¿Chisme de función desconocida Nº 1? Sin Pepe y sin trabajadores, ¿qué van a clasificar?
Pepe ha de disponer de un sitio en el museo hasta que él quiera, un despacho donde escribir, investigar, divulgar... ¿Quién va a continuar recopilando cultura, adquiriendo piezas abandonadas en casas de particulares? ¿El nuevo?
La dirección debería ocuparla, al jubilarse Pepe, alguien familiarizado con la etnografía, con Asturias, con la zona, alguien de entre toda la gente que iría encantada a aprender de Pepe, a dejarle seguir haciendo sus cosas hasta que él quisiera hacerlo. Cosas, que de manera indisoluble, están ligadas al museo.
No me extraña que el Busgoso esté preocupado, que, aunque de ésta la paisana de cultura, Cajastur, Tini y el alcalde no logren acabar con nada, el empeño que ponen es más que preocupante.
¡Haxa salú!
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