El último, que apague y cierre
Teníamos pocos problemas en Asturias con el empleo después de la reconversión de la minería, el naval y la siderurgia, que venían coleando desde hace más de treinta años, y resulta que ahora, para acabar de rematar a la indefensa víctima, se nos anuncia el cierre progresivo de las centrales térmicas.
Primero empezaron importando carbón de países incluso situados en nuestras antípodas geográficas, con el gasto en transporte que se supone que acarrearía al coste final del producto, alegando, según se dice, que nuestro carbón era de inferior calidad y más difícil de extraer que el importado, y por tanto, de mayor coste que el que llegaba en barcos al puerto del Musel en Gijón para luego ser transportado por carretera y ferrocarril hasta las térmicas. Entre tanto, año tras año, los ciudadanos hemos visto cómo nuestro recibo de la luz o consumo eléctrico aumentaba de manera desenfrenada. Ahora, la medida anunciada acarreará la pérdida o destrucción de un sinfín de puestos de trabajo directos e indirectos, sin que por parte de los políticos responsables se haya visto la intención de poner manos a la obra con antelación suficiente, en el sentido de adelantarse a estos cierres y tratar en lo posible de atraer a nuestra región nuevas industrias capaces de absorber al personal excedente del cierre industrial y destrucción de empleo. No se trata sólo de los empleos que se pierden de manera directa por el cierre de actividad de dichas centrales, sino de los muchos otros que de manera indirecta están viviendo al amparo o cobijo de la renta que se genera en las industrias que se anuncia desaparecerán.
Cuando se nos pone a Alemania como ejemplo para lo que les conviene a los políticos, ¿por qué no se nos pone como ejemplo lo que en ese país hicieron en la zona del Ruhr cuando se les presentó el problema de la minería? ¿A caso es que aquí no servimos ni para copiar lo que otros son capaces de hacer bien? ¡Ya les vale! Asturias llevaba doscientos años viviendo principalmente de la minería del carbón y luego de la siderurgia y el naval y, a mi juicio, no es justo desmantelar este tipo de industrias de buenas a primeras y pretender que la gente que vivió y vive de esa actividad industrial, de pronto, se busque la vida en lo que pueda, cuando desde siempre estaban acostumbrados, desde que dejaban la escuela, a incorporarse a unos trabajos que veían que ya hacían sus abuelos y sus padres desde casi la niñez hasta la jubilación.
Cuando nos incorporamos al entonces Mercado Común, hoy UE, y empezaron con nuestro desmantelamiento industrial alegando que estaba obsoleto, lo denominaron “reconversión industrial”; pues bien, por reconversión yo creo que se debe entender transformar lo que había o cambiarlo por algo nuevo, pero no sólo con las instalaciones, sino también con el personal que las atendía y debería haber sido aprovechado para ocupar los empleos de nueva creación y que por otra parte nunca se crearon. Aquí, a mi entender, se optó por la solución más fácil pero más cara y negativa para Asturias y sus gentes. Entonces, con la engañifa de las prejubilaciones, se acallaban críticas y protestas, se subía a la gente una vez al año al “Sermón de la montaña” en Rodiezmo, y los cuatro “piquitos de oro” que parecían adiestrados para la ocasión en un curso acelerado de técnicas de expresión oral, conseguían dejar al personal boquiabierto y todo parecía ir viento en popa. Pero solapadamente se pactaba y permitía, sin ruido alguno, el cierre paulatino de los pozos mineros, hasta llegar a la situación en que nos encontramos, que ya prácticamente es la de decir: ¡Por favor, el último, que apague la luz y cierre!
José Luis Álvarez Lauret
Gijón
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