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Soñar a lo grande

29 de Noviembre del 2017 - RAFAEL GUTIÉRREZ AMARO (SEVILLA)

El papa Francisco, con su hábil y atractiva dialéctica, nos dice:

“Cuánto podrían ser alentados los jóvenes por Jesús adolescente para soñar a lo grande”.

La expresión: “soñar a lo grande” me ha parecido una genialidad expresiva y brillante de Francisco, que siempre es capaz de utilizar un lenguaje motivador; con el que acierta, convence y conquista.

Y Francisco, en la misma línea, y ahora para los padres y madres, continúa diciendo en otro lugar:

“Los hijos son la alegría de la familia y de la sociedad. No son un problema de biología reproductiva, ni uno de los tantos modos de realizarse. Y mucho menos son una posesión de los padres... ¡No!”

Para mí, particularmente, es un acierto total que Su Santidad dé estas explicaciones, pues aunque están aparentemente claras, no lo están para muchos que no conocen aún el divino fundamento de la trascendente existencia humana.

Y sigue insistiendo Francisco con su carisma y con su fuerza habitual:

“Los hijos son un don. Ser hijo e hija, según el designio de Dios, significa llevar en sí la gratísima esperanza de un amor que se ha realizado absoluta y plenamente”.

Y al respecto de ello, con finura y minuciosamente, sigue perfilando detalles el Papa:

“Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso, no porque piensa como yo o encarna mis deseos”.

“Un hijo es un hijo: una vida engendrada por nosotros, pero destinada a él, a su bien, al bien de la familia, de la sociedad, de toda la Humanidad”.

Uno, al menos yo, se queda sin palabras cuando tiene que comentar estas cosas porque, sencillamente, más y mejor no se puede decir.

Y Francisco sigue mostrando un panorama alentador.

Sus palabras llenan de esperanza nuestras vidas y nos dibujan un horizonte que nos permite soñar, “soñar a lo grande”. Soñar despiertos. Soñar con el corazón, con el alma y con el espíritu. Soñar sabiendo que nuestras vidas son un regalo, para que con ellas conquistemos la felicidad nuestra y la de los demás:

“La experiencia de ser hijo e hija nos permite descubrir la belleza de ser amados antes: los hijos son amados antes de que lleguen. Cuántas veces encuentro en la plaza a madres que me muestran la panza y me piden la bendición...”

Y me uno al pensamiento claro y nítido de Francisco para decir que esos niños claramente son amados con ilusión, ternura y cariño, antes de venir al mundo.

Y para terminar podríamos decir, uniéndonos a las intenciones y a los sentimientos del Papa, que un cristiano que no sabe dar gracias por ser padre o madre, o por ser hijo o hija, o por tantas cosas más, es alguien que ha olvidado el lenguaje de Dios.

Qué pena. Pero, desgraciadamente, lo hemos olvidado y tenemos que recuperarlo para poder vivir en plenitud de felicidad y amor.

Rafael Gutiérrez Amaro, Sevilla

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