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Tiempo de esfoyazas

13 de Diciembre del 2017 - Manuel DIAZ ESTRADA (Forcinas (Pravia))

Estamos en pleno otoño, las noches se tornan largas y frías, las heladas comienzan a dejarnos mañanas teñidas de escarchas. En el medio rural asturiano es el tiempo de las esfoyazas del maíz, en el Oriente lo llaman esbillar; tal vez en otros lugares de la región esta tarea reciba otro nombre. El tiempo, implacable él, ha llegado un año más, pero nos falta el maíz; ya no tenemos panoyas que esfoyar, que desporretar, que desnudar para luego hacer las tradicionales riestras que engalanaban los corredores de hórreos y paneras en las quintanas asturianas. La tradición nos indicaba que aquellas caserías, de cuyos corredores colgaban decenas de riestras del preciado cereal, eran familias pudientes, era como la tarjeta de crédito de que allí ni animales ni personas pasarían hambre durante todo el año.

Es tiempo de esfoyazas, tiempos de añoranzas; añoranza de aquellas largas noches de lluvia y frío, sentadas las familias y los vecinos que te venían a ayudar, todos en torno a una enorme pila de panoyas que había que preparar para el posterior enriestrado. La esfoyaza se convertía en las caserías asturianas en todo un ritual; era como una especie de velada familiar y vecinal, un filandón, donde se aprovechaba para hablar de todo, y en la que no solía faltar tampoco la compañía entrañable de la radio, casi siempre puesta sobre lo mas alto de la viga del hórreo o la panera; eran los tiempos en que se escuchaban programas como “De España para los españoles”, una sección de discos dedicados que allá por la década de los años setenta no había noche en que no escuchásemos a Victor Manuel cantándonos la famosa “Romería”, “Paxarinos” o “El abuelo Víctor”. ¡Qué recuerdos, cuánta nostalgia!

Las esfoyazas duraban hasta las doce o la una de la madrugada, a esas horas era costumbre invitar a quienes te habían venido a echar una mano a tomar algo para calentar el estómago; lo más habitual era un café, aunque también podía ser un fervidillo, vino blanco calentado con azúcar. Tampoco solían faltar las castañas, bien fueran asadas o peladas y cocidas. Según relatan los más ancianos de los pueblos, allá por los años cuarenta del pasado siglo, las esfoyazas, ademas de servir para realizar un trabajo en vecindad, contribuían al encuentro de mozos y mozas de diferentes aldeas vecinas, quienes una vez colgadas las riestras en el corredor, se barría la panera y ésta se convertía en una improvisada sala de fiestas en la que más de uno terminaría encontrando su media naranja. ¡Qué tiempos, qué añoranzas!

Hasta los años setenta y ochenta y del pasado siglo, el maíz, las patatas, las fabas, las castañas y la matanza del cerdo constituían la base fundamental de la dieta de los miembros de la casería asturiana. En la actualidad, todos estos alimentos están a punto de pasar a la historia, fundamentalmente porque en los pueblos ya no quedan brazos para producirlos.

Hoy las esfoyazas se han convertido en un reclamo cultural de la Asturias rural que se nos muere. Así, multitud de asociaciones culturales a lo largo y ancho de nuestra región, incluyen por estas fechas, en sus actividades, la recreación de una esfoyaza. Estas fiestas suelen ir destinadas a niños y adolescentes, a los que se les explica que hace años “había en Asturias unas gentes llamadas agricultores que cosechaban en sus tierras grandes cantidades de maíz que les servía para su alimentación y la de su ganado”. El maíz, ese mismo cereal que ahora compramos en el supermercado en forma de copos crujientes, con caramelo o chocolate, para desayunar y que nos han puesto de moda los estadounidenses, como no podía ser de otra manera. Otros, los mas nostálgicos, preferimos seguir desayunando los tortos y la boroña...

El cultivo de maíz en Asturias, para consumo humano, ha desaparecido prácticamente: los cientos de hectáreas de terreno que se suelen sembrar en las fértiles vegas y en la rasa costera de la zona occidental de la región, se destinan exclusivamente a forraje para ensilar como alimento para el ganado lechero. Asimismo, nuestra región importa anualmente cientos de toneladas de este grano para la elaboración de piensos, nuestros principales proveedores suelen ser Castilla y también las importaciones que recibimos de Argentina, vía marítima.

Manuel Díaz Estrada

Forcinas (Pravia)

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