Indignación
O mejor incredulidad, enojo y tristeza. Profunda y desoladora tristeza al comprobar que no era una simple broma de mal gusto el artículo publicado en la Nueva España del viernes 17 de noviembre, firmado por Carmen Pérez Novo, en la sección de Sociedad y Cultura, a pie de página, titulado “El arte de la coquetería”. La misma página que en su anverso contenía una noticia con el siguiente titular: “El juicio de ‘la manada’: el peligro social de convertir a una violada en culpable”.
El artículo de opinión se presenta como un aparente cuento inocente: “Qué agradable resulta verse guapa cada mañana, cuando te miras al espejo”. Pero no lo es: “Y, mucho más gratificante, es que te lluevan los piropos cuando sales a la calle”. ¿Gratificante que te piropeen por la calle? Nunca he entendido qué sentido tiene que un desconocido se dirija a una mujer para hacer comentarios sobre su aspecto físico, ni sé de dónde nace ese derecho. Me parece más bien un vestigio de otras épocas... épocas en las cuales la mujer valía en función de lo que aparentaba, no de lo que era, y en las que, por lo tanto, cualquiera tenía la potestad de juzgarla. Y no sólo eso, también de emitir ese juicio públicamente. Pero ahora... ahora supongo que vivimos en una sociedad de personas civilizadas, donde la gente se relaciona entre sus iguales siguiendo unas normas básicas de respeto. No obstante, mi asombro es aún mayor cuando sigo leyendo y compruebo que el disparate va a más: “Sentirse guapa y deseada por ese hombre al que acabas de conocer [...] es una de las cosas más gratificante que pueden pasar a cualquier mujer”. Aparte de comentar que está mal escrito, sólo se me ocurre decir una cosa: habla por ti. Creo que no me equivoco si digo que la autoestima de muchísimas mujeres no depende de sentirse guapas y deseadas por el hombre, sino de su propia valía. Lo gratificante no sería verse reconocida en los ojos del otro, lo gratificante es verte con tus propios ojos y sentirte plena. Y continúa diciendo: “el arte de la coquetería es una ciencia”, pero cuidado, “una ciencia femenina”. ¿Existe ciencia femenina y ciencia masculina? El atrevimiento va in crescendo: “Toda mujer sabe cómo y cuándo debe ser coqueta, porque es algo innato en el sexo femenino, aunque, claro está, se va perfeccionando con los años”. “Toda mujer”... así que no es una opinión, es una afirmación. Y “es algo innato”... ¿Cómo se llama ese gen? ¿El gen de la coquetería? Además “no depende de que seas culta o inculta, [...] consiste, sencillamente, en saber sonreír y moverse, mostrando todo lo bueno y agradable que una tiene, de la forma adecuada y en el momento oportuno”. Claro, no vaya a ser que molestes o digas algo inoportuno o, simplemente, tengas criterio propio. Y el paroxismo llega a su cenit en el párrafo final: “Pero hay un piropo que es superior, casi divino, porque llega a lo más profundo del alma y alegra el corazón, ¡oh Dios! [...] cuando te sumerges en sus ojos, que piden a gritos permiso para abrir la llave de la puerta que encierra el misterio de tu vida”. ¿Qué llave?, ¿qué puerta?... no entiendo nada. Por un momento me daba hasta la risa, pero pronto la sonrisa se trasformó en rictus. Es tan serio y tan grave el tema que hay de fondo que me vi en la necesidad de escribir esta carta. No sin antes tratar de informarme sobre la persona que había escrito la columna. Y entonces lo entendí aún menos: una mujer profesional hecha a sí misma. De tal forma que presupongo que no ha existido mala fe, sólo falta de oportunidad. Algo que un periódico no se puede permitir.
El próximo sábado 25 de noviembre se “celebra” el “Día internacional de la no violencia contra las mujeres”, y en España, durante este último año, llevamos ya más de cincuenta muertes. No tengo en mis manos la solución para acabar con semejante lacra, pero sí sé que insistir en los estereotipos de género no es el camino. Sueño con una sociedad más justa e igualitaria, donde las mujeres no tengan que usar la coquetería para seducir a un hombre, y donde los hombres no tengan que piropear para conquistar a una mujer. Una sociedad donde las personas se relacionen desde la libertad y el respeto a la dignidad, sin tener en cuenta su rol sexual, sólo su valor como individuo. Ése es mi sueño.
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