Siete animales y un jabalí
Lo que voy a relatar a continuación sucedió hace unos días en plena garganta del Cares, en los Picos de Europa, como ha podido verse en toda España a través de la televisión.
Un asustado jabalí se ve rodeado de un grupo de siete senderistas que lo azuzaban y golpeaban con un palo mientras uno de ellos daba instrucciones y gritaba “¡Un poco más, un poco más y cae”. El jabalí acorralado opone poca resistencia y todos sus esfuerzos para librarse del asedio fueron vanos. Estos siete energúmenos acaban despeñando al animal por un barranco, ladera abajo, golpeándose repetidas veces con las rocas hasta llegar al lecho del río. Todo el que conoce esa senda sabe muy bien la altura existente hasta el cauce del Cares.
Cuando el animal cae rebotando entre las piedras, una frase da muestras de que ésa era la intención del grupo: “Ya está”, dice el que parecía llevar la voz cantante, dando la acción por terminada.
El hecho, grabado en un vídeo, muestra con claridad que el jabalí no suponía ninguna amenaza para los senderistas y, asimismo, que a éstos no parece importarles lo más mínimo que un activista haya grabado las imágenes de la agresión.
Queremos pensar que el aumento de las visitas a nuestros espacios protegidos o el incremento de las actividades en contacto con la naturaleza responde al alargamiento de la conciencia ambiental; sin embargo, no es cierto. En muchos casos no se respeta la normativa.
Los espacios protegidos desempeñan una función primordial para la conservación de los ecosistemas y la supervivencia de las especies y para el mantenimiento de los procesos ecológicos. Y son uno de los instrumentos fundamentales para la conservación de la biodiversidad.
Por tanto, es responsabilidad de quienes los gestionan proyectar a la sociedad esas funciones tratando de disuadir a los visitantes ajenos al interés por la naturaleza. Además, es obvio que existen mecanismos sancionadores para aquellas actividades prohibidas o reguladas en los planes de uso y gestión.
Puede que lo ocurrido con los siete animales y el jabalí haya sido un hecho aislado, pero ante ello deberíamos preguntarnos qué extraños valores llevan a tipos como éstos a visitar un parque nacional. La Administración, por su parte, debería cuestionarse la absurda moda de medir el éxito de la conservación por el número de visitantes a los espacios protegidos.
Porque, ¿puede decirse que estos siete salvajes forman parte de ese éxito?
A juzgar por lo ocurrido, parece no existir una norma penal que contemple la crueldad con la fauna silvestre no protegida, pero el enorme reproche social –nos consta–, que ha generado este hecho, viene a demostrar que no está todo perdido. Ciertamente, hay quienes han afirmado que no hay que ponerse así por un simple jabalí, que muchos andan correteando por el campo y hasta por la ciudad.
Pero, a nuestro juicio, el verdadero problema de todo esto, como ha podido verse por televisión, es que andan sueltos siete enloquecidos salvajes.
José Antonio Gutiérrez González
Piedras Blancas (Castrillón)
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