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¿Seguimos con Cataluña?

29 de Noviembre del 2017 - Fernando González Alonso (Oviedo)

Si la necesidad aviva el ingenio, hay quien no tiene ingenio ni necesidad. Siguiendo con pequeñas metáforas y el buen humor que también beneficia la salud, en los últimos años de la dictadura y parte de la democracia, aquí, en Oviedo, había un crítico que decía: “Quien no hable de política no es un buen ciudadano”. ¿Qué es la política? ¿A qué se llama política? ¿Qué política interesa? Etcétera. La mejor política es la que figura dentro de la democracia, sin olvidar el orden, disciplina y el respeto. También todo se puede llamar arte.

Era aquel llamado artista que llamaba la atención, no por lo que decía, sino las chapuzas que hacía. Él se conformaba con llamar la atención. Y como todo es política, en los años de la dictadura no se podía hablar nada de política, ni nada que oliera a la misma. Aquello de atado y bien atado, al final, quedó desatado por no poder abarcarlo. Quien mucho abarca poco aprieta.

En cuanto a esta polvareda de Cataluña, es una guerra que está perdida antes de empezarla. El inventor de esta guerra no se parece a un Julio Verne o a un Galileo. Si en España somos cuarenta y cinco millones y surgieran independencias de cinco millones, serían nueve países en los que habría guerra por el reparto y los sillones. Como el reparto sería difícil, algún país podría ser de tres o cuatro millones y se podría llamar el Paisín.

Por esta línea podría ser presidente, dentro de la democracia, el cartero o el barrendero, por la razón de que nadie conoce a nadie y menos a sí mismo, por complicado que parezca. Pólvora, dinero y cultura no sirven para cualquiera y más complicado es la cultura callejera que la de escuela, porque pueden contártela mal y entenderla peor todavía, pues la ignorancia es madre de todos los males. Así dijo el sabio que cuanto más sabía, más sabía que no sabía. Todo lo contrario al que decía lo que no sabía y creía saber lo que no decía. No tiene nada que ver ser ignorante con ser imbécil, pero no es difícil caer en la trampa.

Siguiendo con la polvareda de Cataluña, si siempre se consideraron superiores al resto de España, hace años, aquí, en Oviedo, dijo un catalán: “Mi hija se quiere casar con un extranjero en Oviedo. Se dice que son trabajadores, que el primero que llega al trabajo es el jefe”.

Fuera de allí se dice y se pregunta: ¿Don Fulano no vino? Don Fulano suele venir más bien a últimos de semana y a última hora. O también: ¿Aquí trabajan por la tarde? No, no, por la tarde no vienen, cuando no trabajan es por la mañana.

Los catalanes siempre anduvieron detrás de la independencia y de la República. En la II República, del treinta y uno al treinta y seis, se dice que al presidente del Gobierno, Manuel Azaña, lo sacaron a hombros según cuenta la historia. Respetando lo uno y lo otro, son muy cultivadores y respetuosos en la medicina natural, como consumidores y no digamos la ortiga, reina de las plantas.

Allí existió el más famoso e importante en medicina natural, Adrián Vander, alemán que se trasladó a Cataluña a los 17 años y falleció en 1973, a los 83 años. Dejó escrito un libro de cada órgano del cuerpo y de cada enfermedad y la forma de tratarlas. De tantos consejos que dejó escritos no sabemos si alguien los llevó a la práctica. Por algo sería, aunque lo suponemos.

El porqué de las cosas también resulta imposible. También dijo: “Si el hombre supiéramos comer”, y lo dijo en plural, “la edad mínima serían cien años”. Nadie sabemos comer y lo peor es que otros, ni saben ni pueden.

Y sin más metáforas, como dice el crítico Miguel Ángel Aguilar, veremos, veremos.

Fernando González Alonso

Oviedo

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