Francisco Vigil, docente y músico
Con ocasión de la entrega en el auditorio Príncipe Felipe de la medalla de plata de la ciudad a la Banda de Música “Ciudad de Oviedo”, en su 25.º aniversario, se rindió homenaje a su primer director y fundador, el músico granadino D. Francisco Vigil. Ya en su momento, cuando se anuncio su jubilación, estuve tentado de escribir unas líneas sobre su figura y excelencia musical, si bien, consciente del homenaje previsto para el día 19 de noviembre, he preferido hacerlo en este momento.
Por todos los amantes de la música es conocida la trayectoria profesional brillante de Vigil, en buena medida por los que tuvieron la oportunidad de recibir sus clases en el Conservatorio Superior de Música Eduardo Martínez Torner de Oviedo o, especialmente, los componentes de la Banda de Música “Ciudad de Oviedo”; seguramente éstos habrán tenido la oportunidad de conocer su dimensión personal a través del trato cercano que no es contrapunto a la disciplina y rigor que cualquier formación musical precisa para obtener un resultado óptimo, lo que, sin duda, la banda municipal consiguió a lo largo de este cuarto de siglo.
En mi caso, como un alumno anónimo entre muchos, tuve ocasión de coincidir con él en un examen de fin de grado medio en segundo de Música de Cámara, cuyo tribunal integró entre otros D. Francisco, algo puntual puesto que me examinaba por libre. Sobre ese examen de 1997 quiero poner en valor su saber estar, su sencillez y trato cercano, muy apreciable por cualquiera que va a realizar una prueba o examen en el que en apenas diez minutos se juega el trabajo de todo un curso, y en el caso concreto de la Música de Cámara uno toca acompañado por dos músicos profesionales de apoyo (violín y viola), con los que tienes que ensayar previamente y cuyo resultado final de alguna manera también les afecta a ellos, lo que supone una presión añadida. Por eso, es de agradecer disponer de esa tranquilidad previa y esa atmósfera adecuada para sacar lo mejor de uno, y Francisco contribuyó a ello, con el añadido de saber transmitir que el profesor o el tribunal van a tener la máxima atención a lo que seguidamente van a escuchar para valorar en justicia, lo que tiene su mérito cuando son ocho o diez formaciones las que normalmente se examinan en una misma jornada, pero para cada uno de los alumnos que se juegan su nota su interpretación es su momento.
A raíz de este examen me interesé por su trayectoria, por su vinculación decisiva a la creación de la banda municipal, por sus integrantes (uno de los más veteranos, D. Elías Alonso, fue mi primer profesor de Solfeo), así como por su calidad docente a través de aquellos que, a diferencia de mí, tuvieron la oportunidad de recibir sus clases como alumnos oficiales del Conservatorio (D. Francisco Vigil fue profesor de Violín). A veces los docentes pueden considerar que su relación puntual con un alumno o examinando sea superficial y carezca de trascendencia pero en ocasiones como ésta precisamente la calidad humana y generosidad del profesor en su difícil misión de valorar algo a veces tan subjetivo como puede ser una interpretación musical, puede tener un efecto inspirador en fomentar una afición o un interés más profundo por la música.
A la vista de todas las alabanzas y críticas positivas de su trayectoria no ya musical (cuya excelencia se da por descontada), sino especialmente su dimensión humana, tan necesaria en nuestros días y muy especialmente en la docencia (con la peculiaridad que en clases de instrumentos musicales la relación entre profesor y alumnos es muy cercana al tratarse de sesiones individuales o de apenas o tres alumnos), resulta evidentemente certera mi percepción y justas estas palabras a unir a todo ese movimiento de gratitud de nuestra ciudad.
Luis Nogueiro Arias, profesor titulado de Guitarra Clásica
Oviedo
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