Los castigos del señor Bardales
Estimado señor Bardales, cura párroco de La Calzada, Gijón: Acaba usted de castigarnos en LA NUEVA ESPAÑA con una epístola referida a sus efectos y desafectos episcopales. Muy brevemente, le planteo unas cuantas observaciones:
1) Que sus reiterativos pronunciamientos sobre el asunto agotan a cualquiera.
2) Que por más que he aguzado el oído en todos los espacios públicos por los que paso (que son unos cuantos), a nadie -ni a creyentes ni a no creyentes- he oído hablar de las cuitas entre el señor Bardales y sus obispos.
3) Que tal vez debería aprovechar el espacio que generosamente le brinda este periódico para construir iglesia y no para generar filias y fobias.
4) Que las divisiones entre taranconianos, osoristas y demás familias sólo interesan a cuatro ociosos y a quienes desean disolver la Iglesia en facciones como si el PP, el PSOE, UGT, el Centro Asturiano, el Sporting o una comunidad de vecinos se tratara.
5) Que invocar la unidad subrayando estas divisiones equivale a apagar un fuego con gasolina.
6) Que ya somos pocos como para encima empezar a pelearnos.
¿Qué le parece si dejamos de mirarnos el ombligo y nos ponemos a practicar el Evangelio como personas adultas? Yo, particularmente, me declaro taranconiano, gabinista (de Merchán), osorista, sanzista y hasta bardalista.
Sin más, reciba un cordial saludo.
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