La mentira política y su antónimo
Se dice que la mentira tiene las piernas cortas y por eso la verdad siempre le da alcance. Aquí, la norma tiene tantas excepciones que el propio concepto encierra un fuerte componente filosófico. La mentira nace de la subjetividad de la verdad, de la apreciación y fuerza de los argumentos. En definitiva, la mentira y la verdad son dos caras de una misma moneda; posiciones dialécticas aparentemente encontradas, defendidas bajo el poder de la retórica. En un sentido mercantilista, podríamos decir que tanto la verdad como la mentira son propiedades individuales que cuando expresamos públicamente ponemos en venta. Esto, en el supuesto teórico que avale la existencia real de la verdad y la mentira.
En no pocas ocasiones acudimos al blanco y negro como figura retórica para ejemplificar diferencias extremas en el discurso, pero ocurre que cualquier apreciación de color es relativa, pues todo depende de la luz. También la verdad y la mentira dependen, metafóricamente, de la luz, de la razón con la que el propietario del discurso sea capaz de iluminar. En esta línea de fuerza argumental se mueve el discurso político. Cuando un servidor público afirma y niega la misma tesis, se presenta partidario u opositor, dice y se desdice, olvida y recuerda según intereses, entre el propósito y el despropósito sólo media un espacio temporal más o menos extenso. Cuando dice la verdad o su antónimo, es el auditorio, de acuerdo con su propia subjetividad motivada por diversos intereses, quien otorga y sentencia, quien compra o rechaza.
Sólo la ley merece la categoría de verdad, y no es porque esté libre de pecado original sino por el pronunciamiento democrático de la misma (no tanto su interpretación) y el rigor que emana de la norma en cuanto que posibilita la coexistencia pacífica. Puede afirmarse, con cierto grado de aproximación democrática a la razón, que la transgresión o acatamiento de la ley es la frontera que separa social y políticamente la mentira de la verdad. Bajo esta premisa, la pregunta es: ¿cuántas organizaciones políticas con silla en el Parlamento nacional han incumplido la ley, por una u otra causa, aquí o allá, en uno u otro momentos de nuestra historia democrática reciente? En la respuesta jurídica está la verdad. O al menos es conveniente aceptarla como tal.
Paco Domínguez
Avilés
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