¡Ya se huele la Navidad!
Ciertamente, con la venida de la Navidad llega el tiempo de los buenos deseos, de los días impregnados de un característico ambiente poético, donde la espiritualidad y las emociones acrecientan el espacio de recuerdos y añoranzas. Tanto es así, que resulta imposible permanecer impasible, ni siquiera sustraerse, ante la abundancia de signos litúrgicos que nos invitan a celebrar, con enorme carga de sentimientos, estos días en los que todo parece tornarse más bondadoso, más fraterno, más humano en definitiva.
Reconozco que ese impulso positivo anima, y mucho, a tan rebosantes momentos de felicidad hacia la misma especie y de gratitud hacia lo que nos rodea. He aquí la cuestión de la genuina felicidad navideña. Es una lástima que no continúe a lo, largo de todo el año.
La festividad de la Navidad, tan arraigada y entrañable, cuya celebración se efectúa especialmente en el ámbito de la familia, en días durante los cuales las personas se agasajan mutuamente, al menos con parabienes, se presenta este año un poco menos difícil de sobrellevar. El consumo interior al alza, la ciudadanía, a partir de la clase media, prácticamente en evidente recuperación económica, será causa de mayor alegría en estas navidades.
La Navidad no es solo una festividad. La Navidad es además un cálido ambiente que no envuelve a todos, creyentes y no creyentes, durante todo el mes de diciembre. La Pascua navideña de este año ya se está respirando en el aire.
Renovemos pues un año más el espíritu de amor y fraternidad que se hace presente con más fuerza en estas fechas navideñas. Celebremos la Navidad como se merece, unamos asimismo los lazos perdidos entre padres, hijo y familia, dejemos de lado todo lo oscuro y negativo que nos depara la vida, transformándolo en algo que siempre recordemos con cariño. Pues en un auténtico festejo navideño no puede haber fronteras familiares, y si las hubiere, es obligado abatirlas.
¡Felices Pascuas, amigos!
José Antonio Gutiérrez González, Piedras Blancas (Castrillón)
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