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Aclaración de conceptos

10 de Marzo del 2010 - Guillermina Castañón Escalada (Oviedo)

No sé si sentir indignación o estar agradecida al comentario que Ignacio Gracia Noriega, en su artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el sábado día 16 de enero «Territorios perdidos-El Hogar de Educación y Descanso» hace sobre mi padre José Manuel Castañón. Lo leo y releo y todavía no sé qué quiere decir con la expresión «Que no sabía de qué bando era si azul o rojo cuando terminó la guerra».

Como sabemos, cuando estalló la guerra fue voluntario al frente siguiendo los ideales falangistas, era «José Antoniano», no franquista. A su corta edad estaba embriagado de himnos y canciones, y como dice usted recibió un pepinazo en el brazo derecho perdiendo su mano derecha, y como también dice no le impidió dedicarse a escribir. He de decirle que esa expresión de «pepinazo» no es digna ni apropiada para referirse a personas que perdieron la vida o quedaron mutilados de por vida por defender una España que tanto unos como los otros pensaban que estaban luchando por mejor causa.

Me demuestra con esos comentarios que no conoce la trayectoria de mi padre. En un principio e incluso después, cuando se ganó la guerra, sus creencias eran las mismas que le llevaron a enrolarse en una guerra terrible de hermanos, aunque también sé y me consta que durante toda la guerra, y sobre todo cuando fue voluntario a la División Azul, ya observaba cosas que le hacían dudar, como a tantos otros, ¿nos habremos equivocado? Pero así y todo quiso dar un voto de confianza a ver cómo iban desenvolviéndose las cosas en una España nueva, y así se iban cumpliendo todos los ideales por los que luchó. Equivocado o no, era lo que sentía en su juventud. Transcurrió un tiempo, digamos que bastante tiempo, y la España que él esperaba no llegaba, fue entonces, como usted dice: se convirtió en rojo. Si estar en contra de la dictadura y de lo establecido es ser rojo... sí, entonces se convirtió en rojo. Se ahogaba en una España asfixiante. Mi padre era un hombre liberal, de mente amplia, justo, honrado y bueno; al ver tanta injusticia y discriminación entre los españoles, ya que unos gozaban de todos sus honores y en cambio los otros que también lucharon por unos ideales tan dignos eran pisoteados y degradados a situaciones terribles. Ahí fue cuando mi padre se reveló. Su fuero interno sufría por todo lo que veía y luchó por sus ideales. Pienso que experimentó una transformación positiva, y en ello ayudó mucho la poesía de César Vallejo. Luchó por aquellos hombres que como él habían sufrido en carne propia el horror de una guerra. Su lema era: todos los españoles tenemos los mismos derechos, todos luchamos, todos perdimos seres queridos y los mutilados tanto de un bando como del otro tienen que tener los mismos derechos y la misma consideración; para él no había ni vencedores ni vencidos, todos eran iguales. A consecuencia de todo lo que acabo de mencionar fue cuando se autoexilió renunciando a sus haberes como capitán mutilado permanente, condicionando esta decisión a que tales haberes sirvieran para aliviar la situación de algún mutilado de los perdedores, como se expresa en carta enviada desde Francia al ministro del Ejército. Siempre luchó para que a los mutilados, viudos y hermanos de la República se les reconocieran los mismos derechos que él tenía. Postura digna y de admirar pero que muchos no admitieron y, claro, fue criticado y tildado de loco... en fin, qué se iba a esperar de aquella España.

Para mi padre, la amistad era el don más preciado que se podía poseer, creía sobre todas las cosas en las personas, me acuerdo que decía: «Yo no lo veré, pero una sociedad nueva tiene que resurgir». Esto demuestra lo Quijote y soñador que era, no veía la maldad y como tal no veía si algunos que creía amigos iban o venían.

Otra cosa, señor Gracia Noriega, mi padre no escribió doscientos libros como apunta en su artículo, de verdad que no sé en qué tono lo dice, ¡ojalá!, pero no fueron tantos. Tenía una gran memoria, eso sí es cierto, pero tanta como para saber sus libros de memoria, de la dedicatoria al punto final, me parece que es mucho, ¿no cree?

Con respecto a quiénes ganaron la guerra, si los rojos o los azules. La guerra nunca se gana, quienes pierden son los pueblos.

Guillermina Castañón Escalada

Oviedo

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