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Lo de Pepe el Ferreiru, una torpeza

5 de Febrero del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Es probable que la Consejería de Cultura tenga razón en lo de las deficiencias burocráticas que imputa a la gestión de Pepe el Ferreiru al frente del museo que él mismo fundó y que venía enriqueciendo e impulsando desde hace un cuarto de siglo largo. De haber sido un perfecto burócrata, José Navieras sería hoy un apacible jugador de mus, jubilado en alguna de las innumerables covachuelas de la administración estatal, regional o municipal, y turista por cuenta del INSERSO. El Principado por su parte se habría evitado el engorro de tener que ocuparse del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, una institución que nació independiente y fue creciendo en contenidos y en sentido. Algo radicalmente distinto de esas vacuas aulas de interpretación que proliferan como hongos virtuales (ni comestibles ni venenosos), a lo ancho y largo de la sufrida piel de Asturias y que, en la mayoría de los casos, no parecen responder más que a los intereses económico-electorales de una caciquería local, voraz y arborescente.

En la iglesia de Berducedo pende (eso espero) una lámpara de hierro, un fajón circular de más de un metro de diámetro, perforado por franjas verticales de luz. No la he vuelto a ver pero la evoco en el recuerdo como una obra hermosa en su simplicidad. La hizo Pepe el Ferreiru, por encargo (y sobre diseño) del que escribe, en el 67, cuando Pepe era un chaval que acababa de abrir fragua en Grandas, al fondo del campo de la feria o parque de la villa (si la memoria me es fiel). Me he vuelto a cruzar con Pepe el Ferreiru hace cosa de año y medio; fue a la entrada de otra institución también muy sólida (y mucho más antigua) de Grandas de Salime, la fonda de La Reigada. Como era de esperar, Pepe no me reconoció y tampoco consideré necesario presentarme; me sentí muy afortunado, en cambio, de haber tenido ocasión de estrecharle la mano, en homenaje anónimo de agradecimiento por lo que su iniciativa y dedicación museística supuso para aquella zona a la que apenas he vuelto, pero llevo en el alma desde hace más de 40 años.

Viene muy al caso, mutatis mutandis, de lo que acaban de perpetrarr con Pepe el Ferreiru las palabras de Tayllerand a propósito de una fechoría de Napoleón: -Pire quun crime, cest une faute! (Es algo peor que un crimen, es una torpeza). Pero qué les va a decir Tayllerand a esa panda de analfabetos infatuados; Napoleón, en cambio, sí les suena y hasta lo imitan: haciendo putadas con la mano sobre el pecho. A ver si los votos mandan pronto a esta dedocracia prepotente a la isla de Santa Helena, que la de Elba queda demasiado cerca. Si hace falta, el nuevo director del museo de Grandas, que es licenciado en Historia, podría explicarles a su señora Consejera de Cultura y a las demás miembras y miembros del Patronato, de qué estamos hablando.

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