Ciudad de palabras
Vivo en ciudades ajenas, y a veces converso con gente ajena, sobre cosas que me son ajenas. Camino y percibo los estímulos de la calle, el movimiento, el ruido, mi propia gravedad. Y tengo la falsa sensación de pertenecer a esta ciudad, la ilusión de formar parte de sus calles y sus gentes. Me pregunto si los demás sentirán lo mismo que yo, de ser así y por mucho que sus calles estén abarrotadas, todos vivimos solos en esta urbe. Percibimos los estímulos que nos ofrece pero los entendemos de forma diferente. Me detengo cuando el chico de los periódicos grita en mi cara: "¡La realidad de las palabras se encuentra en la propia palabra!".
Y lo miro atónito, porque de ser cierto, una vez escrita su significado es inamovible. Y eso me molesta sobremanera, aumenta la sensación de que la ciudad tira de mis pies y me ancla a ella. Aparto al joven de un manotazo y hecho a correr. Los significados que al significante ancla la palabra escrita me aborrecen, me limitan y me hacen sentirme pequeño. Y cuanto más pequeño soy, más me pierdo en el alma de este lugar.
Dejo atrás la calle principal y me adentro por una de las callejuelas paralelas, una de tantas plagadas de ratas y alcantarillas. En mi huida golpeo pequeñas piedras que salen despedidas a los lados y mis zapatos salpican barro y heces. Es la forma que la ciudad tiene de decirme que no podré volver a la calle principal sucio y con esta cara de loco. Me detengo en seco y pienso: "Si la realidad de las palabras se encuentra en la palabra, mientras no sea escrita sino pensada, sus significados se mantendrán infinitos". Golpeo otra piedra y esta vez soy yo quien sale despedido hacia arriba, y me encuentro a mí mismo observando la ciudad desde uno de sus tejados.
Un grupo de personas empiezan a arremolinarse como polillas en torno al edificio y me gritan que, por favor, no salte. Que si lo hago entonces la ciudad acabará conmigo. Me tomo unos minutos para reflexionar y encuentro la fuerza necesaria para romper las endebles cadenas que unen significante y significados. La caída y la muerte, el salto y la gravedad.
Doy un paso al frente y salgo y caigo. Pero no muero.
Y la ciudad no tira de mí hacia abajo. Floto y subo.
Y me pierdo entre sus nubes de polución.
Mario Fuertes Muñiz, La Felguera
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