Acabemos con nuestra indiferencia
Ya se han encendido las luces en las calles, los cánticos navideños suenan en los comercios, invitándote a comprar... comprar los turrones y polvorones golosos que forman parte del decorado de las tiendas y grandes almacenes al alcance de tu mano para que los cojas; todo ello preparado para que olvidemos nuestras convicciones más profundas y pasemos a formar parte de la generación humana más consumista de la Historia.
¿A quién no le gusta la Navidad? Todos disfrutamos comprando juguetes para los hijos, sobrinos o nietos como si fuesen para nosotros mismos. Aquellos que soñamos tener y nunca nos regalaron.
Pero no podemos obviar lo que ocurre ahí fuera, casi al lado, de nuestras fronteras, donde millones de personas –sesenta y cinco en todo el mundo– están desplazados de sus hogares y países, abandonados a las inclemencias del invierno, la pasividad de los gobiernos y la indiferencia del resto de la sociedad, envuelta en papel regalo y confeti.
De las 160.000 personas que en 2015 la Unión Europea se comprometió a recibir, ha recogido a 28.000; y España, campeona del fútbol europeo entre otras virtudes deportivas, reubicó a 2.000 refugiados de los 17.000 (un 14% cuando Portugal lleva un 49%) que anunciaron los voceros del Gobierno que iban a venir. Una auténtica desgracia para la especie humana pues depende de dónde nazcas, así vives y peor muerte tienes, todo dirigido por los intereses económicos de quienes definen los límites geoestratégicos de esta mota de polvo en nuestra galaxia.
Limpiaremos nuestra conciencia contribuyendo a la bolsa de productos para el banco tal o la ONG de turno, pero tenemos que hacer mucho más por los miles de niños y niñas (son la mitad de los desplazados) que no tendrán juguetes, dulces, ni tan siquiera sopa caliente o mantas al despertar cada día sin saber qué ocurrirá mañana.
¡Sí, los culpables son los gobiernos que despilfarran los recursos y nuestros impuestos! Pero no nos engañemos: nosotros los elegimos y consentimos que sólo se den migajas a una parte muy importante de los habitantes del planeta Tierra con los mismos derechos que los que nos ponemos dulces y blandos al escuchar los villancicos. Por favor, acabemos con nuestra indiferencia.
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