Museo de Grandas o el asombro de una destitución
El hombre que es capaz de dedicar toda su vida a una obra y que ésta sea reconocida como ejemplo en su género merece de sus conciudadanos la admiración y de su patrono, el agasajo. Pero en el caso de Pepe el Ferreiru, creador y alma máter del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, se da sólo una de las premisas, el reconocimiento generalizado de su gestión y como contrapunto, el Patrono, que es el Gobierno asturiano a través del Patronato del Museo, lo destituye de forma grosera, con la infantil excusa de falta de orden en los papeles. ¡Pero señores, los museos no se hacen con papeles!
Allá por el 1945, Grandas de Salime casi no venía en los mapas, quiero decir que era una desconocida. Fue la construcción de la presa para el salto de agua la que con su impacto mediático sacó a Grandas del anonimato. Sin embargo, con la finalización de las obras empezó el rápido olvido, dejando al municipio con más pena que gloria.
Fue entonces cuando un hombre empezó a recoger pueblo a pueblo todo aquello que en su mente ya era el embrión de un museo. Pero sólo lo sabía él. En los pueblos lo reconocían cariñosamente por el sobrenombre o tolo os trastos.
Su constancia, olvidando su profesión de ferreiru y, si se me apura, hasta su familia, fue construyendo lo que hoy es el emblema y motor de Grandes de Salime, su segundo salto de agua.
La incomprensión, la envidia, el politiqueo y muchas mezquindades más le echan de su museo y se le dice que si quiere entrar ha de ser pagando entrada y en horas de visita. ¿Ustedes lo entienden?
Por eso yo acuso al Patronato, primero de irresponsabilidad y descuido de sus funciones al estar dos años sin reunirse y segundo por arbitrarios al tomar una decisión al dictado de conveniencias políticas. Lo más serio que podrían hacer es dimitir, reponiendo antes a José Naveiras, Pepe el Ferreiru, en su puesto, con todos los honores que intentaron quitarle y que sólo lograron engrandecerlo mucho más.
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