El cocinero está triste
¿Qué tendrá el cocinero? Los suspiros se escapan de su boca de fresa. No, eso rima con princesa, pero el protagonista aquí es un cura de barrio, de muy recias hechuras físicas y morales. El precocinado, según confesión propia, es nada menos que el nuevo Arzobispo de Oviedo, que acaba de tomar posesión. Uno de los presuntos cocineros, D. José María Díaz Bardales, nos cuenta su pena desde su página dominical en LA NUEVA ESPAÑA (31.01.10): -Tras la larga ceremonia me reuní con algunos compañeros y amigos. Alguien, muy cercano a mí, me mostró una fotografía que había sacado de dos personas a las que oyó referirse a mi pobre persona y me señalaban como uno de los pre-cocinadores, reconocí a uno de ellos y me dio pena.
Un primer consuelo lo podría encontrar D. José María en el pensamiento de tantos miles de curas y de cristianos y cristianas a los que tampoco les faltan motivos para llorar y, sin embargo, no tienen una triste página dominical (o de cualquier día de la semana) que llevarse a la cara como paño de lágrimas. Es más, por no tener tal vez ni tengan un modesto equipo, a modo de servicio personal de contraespionaje, que les tire la semeya digital a los incautos que, pensando que en la viña del Señor todo el monte es orégano, echan despreocupadamente la lengua a pacer.
Sin ánimo de ahondar en la herida del apenado Bardales, estoy con el Arzobispo en que precocinamiento húbolo, y lo de menos es establecer quién fue chef o simple pinche de cocina en esa intentona de chamusquina episcopal. Pero ¿no escribió alguien, muy cercano a D. José María, que sería para echarse a temblar si nombraran Arzobispo de Oviedo a Monseñor Sanz Montes? Insistía de algún modo días más tarde (cuando los curas donostiarras se echaron al monte con lo suyo), pidiendo la renuncia de Munilla, que había sido nombrado para San Sebastián el mismo día que Sanz Montes para Oviedo. ¿No era una manera de echar más leña al fuego aprovechando que el Nora pasa por San Sebastián? Después los cocineros debieron de plegar velas y desmontaron la cocina de campaña, a la par que la campaña de cocina. Arrepentidos los quiere Dios, dirán los espíritus piadosos; uno prefiere el dicho de a lo hecho, pecho. Pero una cosa es cocinar y otra hacerse cargo de los platos rotos.
Pelillos a la mar. Lo importante es que la toma de posesión del nuevo Arzobispo ha debido de ser uno de los acontecimientos más notables de la semana en la vida de la Iglesia asturiana; la prueba es que la recoge Díaz Bardales en su página dominical, cuando todo el mundo sabe que la ley de bronce del periodismo es la falta de espacio. Es más, hasta le dedica nada menos que 14 líneas. En cambio solo se reserva unas 50 a poner de relieve lo que el Obispo no dijo y a la enumeración de las cuitas del propio cronista: No encontraba aparcamiento, pilló una mojadura, no entendía el protocolo (Presentación de Letras Apostólicas y esas zarandajas; con lo sencillo que hubiera resultado decirle al Arzobispo anda, hombre, siéntate ahí, grandón, y toma algo, a ver, qué te ponemos; que es como les gusta a los buenos curas de barrio y a la gente sencilla que la gente siempre lo es).
En las últimas cuarenta líneas que le quedaban, nos informa sucintamente de la apertura en la red del portal Ambrosianeum para dar a conocer a los jóvenes los contenidos del Concilio Vaticano II (que a los jóvenes de hoy, si no les abres el portal en latín, ya lo puedes ir cerrando). No podía faltar la plantilla completa del Ambrosianeum, Tucci, Vettazi, Coda, Piovanelli, Silvestrini, Tettamanzi, entre otros; todos importantes teólogos, cardenales y obispos. Y tan conocidos de la feligresía como cualquier alineación del Sporting o de la Fiorentina. Una cita, pues, muy pertinente siempre que no se pierda de vista que el Piles pasa por Roma.
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