Los Últimos Jedi: la promesa de futuro.
Se ha estrenado por fin el Episodio que será comparado con el nudo de las dos trilogías que le preceden. La parte intermedia siempre ha definido Star Wars, si bien es común atribuirle a toda historia su carácter y problemas a través de su punto medio en la carrera de fondo de su propia narrativa.
Por un lado, "El Imperio Contraataca" define la trama como un conflicto familiar. Si un relativo hijo de granjeros puede ser El Elegido o su heredero, las acciones de su familia, con sangre santificada por los ecos del Universo, deberían tener repercusiones galácticas. El misticismo de una religión, de un pasado futurista y lejano, de una caballería de Cruzadas, está concretado en una tragedia familiar y en el amor entre clases sociales, como el de Han Solo y Leia: bandido rescatado uno y princesa heroína la otra. Quizás sea una muestra antropológica de George Lucas la tan shakespeariana forma de definir el conflicto en su Trilogía Original: la familia es el origen organizativo de la política y de la religión; en ella está la figura del patriarca o la matriarca, del líder espiritual y sus valores, y también la encarnación de la disputa por su futuro, por su legado y supervivencia, de la individualidad de sus miembros.
Por otro lado, "El Ataque de los Clones" se dibuja como la definición histórica de la trilogía de las Precuelas. Esta ya no va de un problema familiar ni de la sombra del Imperio, sino de una guerra interplanetaria y de la oscuridad de algo tan aparentemente democrático como una República. "El ataque de los clones" no sólo saca a colación la participación de dicho ejército de iguales, sino que señala con la misma intensidad la militarización de los Jedi, al tiempo que señala la pervertida similitud entre los periodos de luz, con la República afín a los Jedi, y de oscuridad, del Imperio de los Sith: la corrupción. Esa corrupción que no es la oscuridad plena en el individuo, su lado oscuro, sino más bien la aceptación del gris como calificativo de la naturaleza humana, permite introducirnos en el camino del equilibrio de la Fuerza, no como algo puro o prohibido, exclusivamente, sino como una senda donde la imperfección amenaza con producir desastres ontológicos: Anakin Skywalker.
Ambos nudos narrativos son considerados de diferente manera por su calidad e impacto, y es porque en las Precuelas la esencia de la Trilogía Original se empobrece: se degenera el misticismo de la Fuerza por una intervención parasitaria llamada midiclorianos, se releva de sus funciones reales a los Jedi, se rebaja a labores de instigador a los más poderosos Sith, se presenta un amor de henna entre un protagonista que sólo sabe adónde va por el guión profetizado de sus Episodios anteriores y una mujer de noble origen que necesita ser rescatada.
¿Y por qué este tercer nudo ha decidido llamarse "Los Últimos Jedi"? ¿No habrá más historias sobre las guerras de las galaxias de George Lucas después de esta 3° ola? Lo cierto es que si consideramos Star Wars como fantasía y no como ciencia ficción, no es sólo por la vaguedad -o inexistencia- de explicaciones sobre cómo y por qué funciona tal o cuál cosa en ese multiverso tecnológicamente más desarrollado, o por los elementos épicos de la concepción de los Jedi y los Sith, sino también porque se narra siempre en pasado, y no en futuro. Todo lo que ya hemos vivido a través de las películas, los cómics, novelas y/o videojuegos no son más que narraciones sobre un pasado, sobre lo ya acontecido "hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...". Retrotraerse cronológicamente o avanzar en su historia no deja de ser hablar en pretérito, como si estuviésemos observando la luz de esa estrella que se extinguió hace miles de años.
El título de esta nueva 5° y 2° parte, de este Episodio VIII, no es más que otra declaración de intenciones: no del poder del enemigo derrotado o de la perversión de los ideales en el terreno político, sino de la independencia y la visión del director. "Los Últimos Jedi" significa, más allá de lo que sucede en esta película, la decisión de romper con las Precuelas y con la Trilogía Original: se acabó lo viejo, tal como piensan Kylo Ren y Luke. Es decir, se acabó seguir con lo que estábamos acostumbrados. Sin embargo, esto que ofende a muchos y resulta práctico debido al desgaste y manoseo constante de la saga, no destruye en ningún sentido la supuesta esencia del transmedia Star Wars -ya sé que parece un oxímoron hablar de "esencia" y "transmedia"-, pues se recuperan bonanzas de la Trilogía Original y se dosifica el dinamismo y la simpleza humorística de las Precuelas.
Algunos señalan con ojo crítico la mano de Disney en la deriva de esta nueva trilogía, pero sería bienintencionado señalarles que Disney es sinónimo de previsibilidad: buenos y malos claramente diferenciados, conclusión esperada, victoria del héroe o de la heroína, paz, amor y felicidad... No obstante, "Los Últimos Jedi" es, de lejos, la menos previsible de todas, y tiene mérito siendo la octava entrega episódica del cine.
La declaración de intenciones de romper con lo establecido se dibuja hasta en su esquema narrativo, con giros de última hora que bajo la plantilla de un esquema tradicional daría una historia totalmente diferente -sin destripar el argumento, no puedo dejar de pensar en varios personajes: Luke, Leia, Snoke, Kylo Ren, Finn-. Algunos parecen escocerse por su orgullo más que por la inteligencia de la película, ya que esta nueva entrega no sólo hace que pase lo que no queríamos que pasase, sino que además hace que pase lo que jamás hubiéramos imaginado que podría pasar.
No sólo me ha hecho sentir inteligente por romper mi mente con imposibles, sino que ha producido la consideración en cadena de esta película como parte única, y no como una parte de un fenómeno social y comercial sin más. Nunca el uso del "deus ex machina" estuvo tan justificado en pos de la clarividencia y el reformismo; se ha invertido tal recurso vacuo y usado en una maestría de quien busca lo nuevo. "Sorprendente" es el calificativo en el que coincidirán defensores y detractores. Adiós al misticismo determinista de profecías y a las guerras de proporciones interplanetarias sin sentido. Hola a los momentos de inflexión por encima de los de leyenda. Demos la bienvenida al enfrentamiento de quienes tienen que encararse y a la auténtica volatilidad de la Fuerza.
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