¿Futuro?

21 de Febrero del 2010 - Pily Vázquez (Mieres)

Bonito panorama divisamos cada vez que una panda de hombres inteligentes dedicados a la política intenta abrirnos la ventana del futuro. ¿He dicho futuro? Tristemente, incluso a ellos, esa misma palabra se les diluye en la boca antes de tomar contacto con el aire.

Después de una vida entera trabajando y soñando con dar el relevo a nuevas generaciones, resulta bochornoso descubrir que ahora va a tener que ser la gente mayor la que levante un país donde se están cerrando todas las puertas a la juventud. ¿Pero qué está pasando?

Ahora parece ser que una vida entera trabajando para obtener unos derechos sociales no es garantía suficiente para que podamos disfrutar de ellos cuando más los necesitamos. Conozco a personas que, con 59 años de edad, llevan cotizado a la Seguridad Social cuarenta y cinco, y a la hora de la verdad parece ser que eso no cuenta para nada. En el supuesto caso de que retrasen la edad de jubilación a los 67 años, cuando esas personas se retiren habrán cotizado a la Seguridad Social cincuenta y tres años. Ya les vale, ¿no?

Retrasar la edad de jubilación no es la panacea para erradicar un problema que ellos mismos llevan años generando. Lo mismo que un ama de casa tiene que saber administrar bien las cosas para poder llegar a fin de mes, nuestros dirigentes deberían saber que, si en la época de bonanza uno se deja seducir por el despilfarro, las consecuencias pueden traernos serios problemas. Nuestro ejemplo más cercano es la minería en Asturias. Vaya por delante mi admiración y absoluto respeto hacia un colectivo al que me siento muy unida y del que emergieron mis auténticas raíces. Pero eso no quita para que en estas circunstancias pueda opinar con objetividad. No aportaré nada nuevo si digo que el desmantelamiento de la minería en Asturias supuso el declive absoluto de las comarcas mineras.

En las hemerotecas podemos ver que, en el año 1958, había 52.000 trabajadores activos en la mina, el máximo de toda su historia y a quienes se les fueron cerrando puertas, a la vez que se daba paso a la competencia exterior de otros carbones.

Pero retornemos a un tiempo más cercano. A mediados de la década de los ochenta, con la llamada reconversión minera, se destruyeron miles de puestos de trabajo con las prejubilaciones, que dejaron inactivos, en plena efervescencia laboral, a trabajadores que habían cumplido los 42 años de edad. En aquel momento nadie pensó en las consecuencias.

Si seguimos profundizando, más grave todavía es que, en plena crisis, RTVE lleve a cabo la fórmula de su plan preconcebido, prejubilando a 4.000 trabajadores con cincuenta años cumplidos y que además suponga un coste de 1.300 millones de euros para las arcas públicas. Con este historial, ¿alguien puede preguntarse aún quién es el culpable de hipotecar nuestro futuro?

El resultado más grave de tanto despropósito es que ahora, mientras algunos mayores tendrán que seguir cargando unos años más con un trabajo que ya les está pesando demasiado, nuestra juventud se está viendo obligada a intentar sacar lustre a sus sueños camino de la oficina del paro.

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