Compartiendo ilusión
Y otro año más, ya está aquí la lotería de Navidad. Un sorteo que muchos lo siguen asociando al calvo de la lotería, personaje que apareció en el año 1998 y el cual esperábamos cada Navidad. Pero llego un día en el que no volvió y fue sustituido por cantantes, personajes animados, abuelos, y hasta extraterrestres. Perdimos a un personaje característico, pero lo que aún perdura es la ilusión.
Compramos décimos: unos, porque presentimos que ese será "el número", otros porque se adquieren en lugares "donde siempre toca", el del bar, el del trabajo, el de nuestra tienda asidua, el del restaurante, participaciones por doquier, aquel número que le sobra al vendedor y que compra tu amigo... lo cogemos también. Y llega ese día, como mínimo llevamos 1 décimo...Pero ¿cuál es la realidad de este movimiento?
Nos contagiamos por una emoción que activa nuestros circuitos, proporcionándonos dopamina y esto hace que, al imaginarnos la estampa, fantaseando con esa suerte, activemos emociones de ilusión y alegría, difícil no sucumbir a tal evento social.
Cuando llega el día 22 de diciembre y sigue sin tocarnos nada, en ocasiones ni la pedrea, nuestras emociones cambian dirigiéndonos al convencimiento de que esos premios han llegado a personas que realmente lo necesitan, y volvemos a hacer el balance de que no estamos tan mal... al menos, lo más importante, es que tenemos salud.
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