El carnicero de Bosnia... y otros
El Tribunal Internacional de La Haya (TPYI) finalmente ha dictado sentencia. Ratko Mladic ha sido condenado a cadena perpetua el pasado 22 de noviembre como culpable de la matanza de 8.000 musulmanes durante el conflicto de los Balcanes y, en particular, por el genocidio de Srebrenica y el sitio de Sarajevo. Todo ello tipificado como “crímenes contra la humanidad”.
Que se requieran 24 años para dictar sentencia dice muy poco a favor del funcionamiento del “Estado de derecho”. Muchos de los familiares de las víctimas del espantoso genocidio han muerto sin conocer la sentencia, para otros llega tarde y para las instituciones europeas los hechos ocurridos entre 1992 y 1995, junto al corazón de Europa (los peores desde la II Guerra Mundial), representan la mayor vergüenza de la comunidad internacional, en especial de las instituciones europeas.
Los familiares de las víctimas tuvieron que soportar la vergüenza y la humillación durante años de ver a Mladic pasear libremente por las calles de Serbia. Sólo el interés de Serbia por mantener un acuerdo de asociación con la UE y la lucha incansable de las familias de Srebrenica permitió su captura y procesamiento.
Exterminación, asesinato, persecución, terror, secuestro, deportación, desplazamiento forzoso, actos inhumanos y ataques contra civiles. Éstos son los delitos por los que se condenan al “Carnicero de los Balcanes” y éstas fueron las palabras finales del fiscal Alphons Orie: “Ha quedado probado que Mladic, de 74 años, comandó las tropas serbobosnias tanto en Srebrenica como durante el sitio de Sarajevo; impidió la entrada de ayuda humanitaria en ambos lugares para aplastar a la población; sugirió a los políticos la limpieza étnica; deseó en público la desaparición de los musulmanes bosnios y diseminó propaganda falsa para confundir a la comunidad”.
Muchos otros genocidas y sátrapas continúan libres por el mundo porque la mayoría de sus países no son miembros de la Corte Penal Internacional (CPI), y otros, como el caso de Estados Unidos o Israel, tienen demasiado poder y tentáculos para impedir que se investiguen sus acciones. No obstante, el fiscal de la CPI ha conseguido por primera vez abrir la posibilidad de que se pueda acusar a oficiales de Estados Unidos de torturas en Afganistán y en los centros de torturas estadounidenses en Polonia y Rumanía.
Mientras tanto, en España, después de 40 años de democracia, ni siquiera hemos condenado institucionalmente el régimen fascista de Franco, mantenemos con fondos públicos la Fundación Francisco Franco y sólo la propuesta para cambiar el nombre de una calle que recuerda a los que se levantaron contra el Gobierno legítimo de la república supone un debate acalorado en lo político y un vía crucis en lo jurídico.
En Argentina, Chile, Italia, Alemania..., ahí donde los fascismos sembraron odio y muerte, han hecho su particular “duelo” y condena de estos regímenes totalitarios, menos en España, donde todavía los hijos y nietos de los fusilados por Franco buscan bajo tierra a sus seres queridos para darles un entierro digno. España es el segundo país del mundo (después de Camboya) que más desaparecidos tiene como consecuencia de la mal llamada Guerra Civil y de la represión franquista.
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