Hoy como ayer
Muchas veces me he preguntado: ¿si Jesús naciera hoy, aquí y ahora, encontraría un lugar para hacerlo? ¿Le daríamos cobijo?
Estos días, tristemente, encontré la respuesta. Por circunstancias que no vienen al caso, he tenido que pasar varias jornadas en el HUCA. No lo conocía aún y me he quedado maravillada de las instalaciones, equipamiento, robótica, mobiliario, metros cuadrados, servicios (varias cafeterías, peluquería, galería comercial, magníficos aparcamientos…). De verdad, ¡me ha parecido grandioso!
Pero (siempre hay un pero) quise ir a misa y pregunté por la capilla. Varias personas del personal sanitario ignoraban por completo su existencia. Por fin una amable enfermera me indicó que estaba en el sótano y que no resultada fácil localizarla.
La encontré después de dar muchas vueltas. Se me cayó el alma a los pies…. ¡Qué pobreza!, perdón, ¡qué miseria! Apenas unos pocos metros cuadrados, un paupérrimo y único reclinatorio, cuatro humildes sillas de plástico y el mínimo espacio para que el sacerdote pueda celebrar la santa misa.
¡Qué pena! Sentí vergüenza. Y entonces pensé: Sí. Volveríamos a hacer exactamente lo mismo. Sentiríamos el mismo desprecio e indiferencia que entonces…
Triste, pero agradecida porque, a pesar de la humildad del último garito del hospital, pude oír la santa misa y comprobar que allí había el mismo amor y la misma ternura que en Belén.
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