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Navidad artificial

21 de Diciembre del 2017 - Alejandro González Lada (URBIÉS)

Hace unos días veía en un programa de televisión cómo un comprador de antigüedades rechazaba la compra de un objeto del siglo XVIII porque se había lustrado. El vendedor atónito no entendía el motivo por el cual le ofrecía un precio inferior al tasado sólo porque lo había limpiado para darle brillo. El motivo que alegaba el anticuario era la pátina, esa capa o piel que recubren algunos objetos de metal o madera con el paso del tiempo. Cariacontecido, el vendedor contempla el objeto y se lamenta amargamente por haber pulido el objeto, pensando que con esa acción subía el precio de la pieza.

¿Ha perdido la pátina la Navidad actual? Personalmente creo que sí y hace mucho, puede que mis palabras atiendan al paso del tiempo, o simplemente porque lo que veo no representa en absoluto lo que yo conocí como Navidad. Por supuesto sigo celebrándola, porque para mí la esencia de la Navidad es reunirse con la familia, con los amigos, compartir algo más que unas copas, una cena, o una comida, porque al fin y al cabo eso ha pasado a convertirse en algo cotidiano.

Hace unos años, antes de que estallara la crisis, recuerdo que a principios de noviembre, algunos centros comerciales empezaban a vender turrón, decoraban los escaparates con luces y nos invitaban a consumir platos y postres típicos de la Navidad. Esa tendencia fue extendiéndose hasta calar en los pequeños comercios, y sólo la llegada de la crisis consiguió que los tiempos marcados por los centros comerciales, se adaptaran de nuevo a los tiempos navideños. Así y todo, la Navidad que vivimos hoy en día es puro marketing, mercantilismo, luces y villancicos que aturullan a los viandantes, falsos Papá Noel, que no pintan absolutamente nada por estas tierras, pero que al igual que con Halloween, van calando en la sociedad del consumismo.

Cuando reflexiono sobre ello me siento afortunado, porque yo, y las generaciones que rondan mi quinta, vivimos realmente la Navidad. Seguro que saben perfectamente de qué hablo. Hoy la artificialidad ha tomado el poder, lo impregna todo, y aún a pesar de todos los "efectos especiales" no han conseguido captar la esencia. Podéis adornar, gastar cuanto queráis en árboles, luces, monigotes, música, pero jamás conseguiréis recuperar el espíritu navideño, entre otras cosas, porque la pátina de la Navidad poco o nada debería tener de consumismo, derroche, apariencia, opulencia, gula. Siempre trato de personalizar estos días en la figura de los abuelos: humildad, imaginación, bondad, altruismo, abnegación. Mis abuelos vivieron tiempos muy duros, en donde guerra, hambre, muerte, opresión, esclavitud y escasez, dejaron una profunda huella en sus vidas, y pese a ello, aun siguiendo la herida siguiera abierta, jamás nos permitieron atisbar un gesto de tristeza, añoranza o melancolía, todo lo contrario, siempre nos mostraron la mejor cara, los gestos más cariñosos, la sonrisa más sincera. Por eso, si me atengo a esta premisa, creo que puedo afirmar que la navidad se ha perdido definitivamente, porque hoy en día, la deshumanización de las familias con los abuelos viviendo en residencias, plasman metafóricamente, el final de un tiempo que nunca debió terminar.

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