La cultura y el respeto
La persona, como ser capaz de derechos y obligaciones, debe tener sentimientos de respeto, humanidad y un fondo cultural. Con tales respetos y libertades, a lo largo de los tiempos se vinieron haciendo –inicialmente–, se construyeron y mejoraron –siempre– familias, comunidades, sociedades, pueblos y naciones, llegando a los actuales estados modernos, demócratas, libres y organizados, tanto política como cultural, religiosamente, etcétera, y en todos los demás órdenes; avanzando como progresó y se fue desarrollando la técnica y la ciencia y la técnica... Por ello, tenemos que la cultura implica valores cívicos, ya que no hay civismo si no hay cultura, que, por definición, es: “El resultado de cultivar los conocimientos humanos y afinarse por medio de las facultades intelectuales humanas (de su ejercicio)”, lo que la persona culta puede enseñar aquello que conoce a los que, desconociéndolo, estén interesados en el saber, lo que redundará en beneficio del colectivo social donde estén integrados. Persona culta implica persona provista de moral, conocedora de sus obligaciones a todos los niveles y de sus deberes. El deber, en general, debe ser el objeto de la ética; por tanto, de respeto entre los humanos. Ello se adquiere por el conocimiento en general (también el conocimiento humano, a “nivel de calle”), de familia, lo que no es algo a no tener en cuenta. Ya que la más elemental célula social, del pueblo, del Estado, a nivel general, nacional, internacional, etcétera... es la familia. Y los valores de un pequeño grupo familiar (padre, madre e hijos), éticos, morales, humanos, etcétera, redundan en lo que es y será mejor, o sea: valores democráticos... Democracia, “el mejor Gobierno de un grupo social, elegido por ellos mismos”... A eso deberemos tender y no sólo a un pequeño grupo social, sino universalmente, para así llegar a un justo entendimiento universal donde no haya egoísmos, o actitudes injustas, pues la injusticia genera más injusticia, el odio más odio aún, y el crimen o terror, venganza, aún más cruel por parte de los vengadores. Y el amor más amor, como la justicia, un mayor sentido de la misma...
Todo ello desemboca en confianza en todos; paz, trabajo y progreso a todos los niveles, y para toda la humanidad.
José Manuel Fernández Gómez, Oviedo
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