Vega de Aller

8 de Enero del 2018 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Es otro pueblín que embellece y prestigia también nuestro medio rural, que es inmenso y grandioso, en el que la historia y la leyenda han dejado una huella profunda. Y en Vega, el 11 de enero próximo, es un día grande y festivo porque se celebrara la terminación de las obras que se realizaron en el templo parroquial que estaba muy deteriorado, tanto por fuera como por dentro. Una misa a las doce será el comienzo de esa jornada religiosa. Si el lamentable estado de la iglesia preocupa a vecinos y feligreses, la preocupación era mucho mayor en el sacerdote que atiende esta parroquia de Vega, Miguel Ángel Calleja, además de otras situadas en la parte alta del concejo. Y este buen cura es el que puso en marcha la restauración de la iglesia de Vega, elevado coste en el que han puesto el “güevo” el Ayuntamiento de Aller, Gobierno regional, Arzobispado y vecinos y feligreses de Vega.

Consideramos obligado citar aquí ahora, a otros sacerdotes que en Aller se desdoblan y bregan con sacrificio para atender a otras parroquias, además de la suya. Son tres más: mi buen amigo Enrique Iglesias, párroco de Piñeres; Celestino, párroco de Moreda-Caborana, y Jesús, párroco de Cabañaquinta, un cura que rezuma asturianía y del que se puede decir que es un cura muy paisano, o un paisano muy cura. Cuatro ejemplares sacerdotes, en el concejo de Aller, para atender a todas sus parroquias, que son muchas para estos cuatro curas, merecedores del mayor aprecio y gratitud.

Ese día grande en Vega de Aller, obligado es recordar a aquel cura párroco que fue un ejemplo de sabiduría, bondad y amor al prójimo, sobre todo a los pobres y necesitados a los que se dio por entero. Naturalmente, nos referimos a un Valentín de Lillo y Hevia que, al igual que el sacerdote lavianés Arboleya, fue un defensor de la clase obrera, tan oprimida entonces. De don Valentín, cura de Vega, nos hemos ocupado en LA NUEVA ESPAÑA muchas veces, reiterando la necesidad de perpetuar su recuerdo, de alguna manera, en su concejo, porque además fue un investigador histórico, escritor, poeta, todo un intelectual que se codeó, desde su rincón de Vega, con los grandes intelectuales de su tiempo, como uno sabe muy bien, que fue su humilde biógrafo. El cura de Vega, como era conocido, no puede seguir por más tiempo en la ingratitud del silencio y el olvido.

Ricardo Luis Arias, Aller

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