Uber

29 de Diciembre del 2017 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijon)

La justicia europea ha fallado finalmente contra la plataforma digital de intermediación entre viajeros conocida como Uber. En la sentencia se falla que dicha plataforma es una empresa de transporte y que, por consiguiente, está obligada a trabajar con licencia y no podrá operar con conductores particulares.

No cabe duda de que nos encontramos ante una sentencia trascendental y necesaria, ya que de unos años a esta parte han proliferado como setas modelos de desarrollo económico o “nichos de actividad laboral” de una supuesta nueva economía que, bajo el paraguas de la mal llamada “economía colaborativa”, ha generado un submundo de producción de bajos salarios, sin cotizaciones sociales, sin impuestos, sin tasas... Es decir, lo más parecido a la economía sumergida que tanto daño ha hecho. Un mundo alejado de la construcción social, alejado de los principios que posibilitaron la construcción de Europa y del mundo desarrollado: el acuerdo entre capital y trabajo, piedra angular para el desarrollo del Estado del bienestar y con él los derechos de los trabajadores que posibilitaron la paz social y el asentamiento de las clases medias (hoy en peligro por las políticas neoliberales).

Las políticas neoliberales son las que han permitido y facilitado la aparición de fenómenos como Uber, Deliveroo (reparto de comida a domicilio) Airbnb (alojamientos turísticos)...

Los modelos económicos a los que no les gusta la regulación, la intervención de los gobiernos, son los que amparan el desarrollo de este tipo de plataformas cuya “zanahoria” va directamente al consumidor que no se cuestiona nada, acepta el producto porque le reporta un beneficio económico personal e inmediato, pero no es consciente de las repercusiones económicas, sociales y de futuro que ello conlleva, en especial para la Seguridad Social y la fiscalidad.

Por su parte, el “trabajador” o proveedor del servicio (la pieza más débil del tinglado) suele ser consciente de su contribución a este peligroso modelo económico, pero como “pieza más débil” no le queda otra alternativa ante la “expulsión” que los modelos neoliberales han ejercido sobre él del mercado de trabajo reglado, cada vez más diezmado por las reformas laborales (la última, aprobada por Macron en el hasta ahora “templo” de los derechos de los trabajadores: Francia).

Todo esto ocurre en una sociedad cada vez menos movilizada, menos reivindicativa, menos solidaria... más conformista.

Desde hace algunos años, vengo sosteniendo que lo vivido desde 2007 no es una crisis, mejor dicho no nos encontramos ante una nueva crisis sino ante un cambio de modelo económico y social que ha venido para quedarse y que tiene sus orígenes en las políticas del tándem Reagan/Thatcher y su aportación a la ideología conservadora con aquello del “capitalismo popular”, verdadera arma de destrucción masiva del modelo del Estado del bienestar y, en alguna medida, del inicio del declive de la socialdemocracia en Europa, con un protagonista fundamental, Tony Blair y su “New Left”. En esencia, la nueva doctrina del laborismo británico se venía a resumir así: si los conservadores giran más a la derecha, nosotros también nos debemos mover hacia el centro-derecha. La consecuencia práctica de ello fueron los recortes en sanidad, educación, servicios sociales, derechos de los trabajadores... Fue el triunfo de Tony Blair en términos ideológicos y el triunfo del capitalismo financiero, dueño absoluto de la globalización, donde capea a sus anchas como en el Salvaje Oeste. Los “Uber” que proliferan por el mundo no son más que la consecuencia lógica del nuevo modelo económico que, insisto, ha venido para quedarse.

La sentencia de la justicia europea no hace más que “maquillar” el modelo. Pide a los gobiernos que exijan a los promotores de las “economías colaborativas” su adaptación a las reglas emanadas de las reformas laborales neoconservadoras.

Pese a todo ello, os deseo un Feliz Año 2018.

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