El verdadero espíritu navideño
En estos días festivos, he tenido la oportunidad de asistir a la clausura del año de Cursillistas de Cristiandad. Fue una tarde de retiro, con meditación, charla, eucaristía y cena. Merecería la pena una reseña de cualquiera de los cuatro componentes en que consistía la convivencia. Pero me quedaré con la charla que nos dio el rector del seminario, D. Sergio. Al cual se le había pedido que hablase sobre "El verdadero sentido de la Navidad". Con una locuaz maestría, nos dio una conferencia, no exenta de humor del bueno. Pero aquí sólo me referiré a dos puntos de la conferencia.
En el primero (Lc 2, 1-18) nos dejó claro la disponibilidad de los primeros adoradores de Dios hecho recién nacido. No fueron otros que los pastores que dormían al raso, cuidando por turnos, durante la noche, sus rebaños. A los cuales se les aparecieron los ángeles del Señor, que les dieron la buena nueva de que en el portal acababa de nacer el Mesías esperado. Y les dio por señal que encontrarían a un recién nacido envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Después de ir donde se les dijo y adorarlo, dieron a conocer todo lo que se les había dicho acerca del niño. De estos conceptos entresacados del pasaje del evangelio, D. Sergio, hizo varias reflexiones entre las que destacan la actitud de la persona para recibir al Señor en su Navidad (nacido para dar vida a los demás): 1. Disponibilidad absoluta para recibir al Niño Jesús en actitud de adoración y cumplimiento de nuestras obligaciones, por las cuales, cumplimos la voluntad de Dios. Los pastores hacían vela, y por lo tanto, estaban en disposición de recibir el anuncio de los ángeles y de inmediato se pusieron en camino... 2. Dar testimonio ante el mundo de la experiencia vivida de encuentro con el divino recién nacido. "Al verlo (los pastores) dieron a conocer lo que les habían dicho acerca del niño".
Y, en segundo lugar (Mt 2, 1-12), a través de la Epifanía, insistió más en la disponibilidad, considerando como ejemplo los tres Reyes Magos, que viendo su estrella se pusieron en marcha, hasta que esta desapareció en Jerusalén y desorientados, preguntaron al Rey Herodes dónde había nacido el Rey de los Judíos, pues venían a adorarle. Esto sobresaltó a Herodes y a toda Jerusalén porque no querían que le arrebataran el reinado. Herodes consultó a los expertos que le indicaron Belén como el lugar del nacimiento, anunciado por los profetas. Los Reyes se pusieron en marcha hacia Belén y volvieron a ver la estrella (al verla, como la primera vez, se pusieron muy contentos) que les guió hasta el pesebre. Ofrecieron su dones al Divino Niño que encontraron con su Madre y volvieron a su país por un camino distinto para que no se hiciese daño al Niño. De estos versículos (citados heterodoxamente) se desprende de nuevo una actitud del corazón, abierto a interpretar las señales que nos indican dónde encontrar a Dios, disponibilidad para dejarlo todo y salir a su encuentro, actitud de adoración y cambio de vida para, tras la experiencia de unión con el Dios-Niño, ponerse andar por "otro camino" distinto al que nos llevó a Belén -como pecadores- y para que no le hagan daño a Jesús, que nace en nosotros y nos acompaña en la eucaristía y al que si lo perdemos nos vuelve a llamar al camino nuevo a través del sacramento de la reconciliación (confesión).
José Antonio Colao Álvarez, Oviedo
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