Huida económica hacia adelante
Queridos Reyes Magos de Oriente:
Me dirijo a vosotros al término de este agonizante año 2017 que se nos va, para informaros de que este año tengo intención de irme por ahí con mi mujer a comer las uvas de la suerte. El pasado 2016, hicimos lo mismo. Supongo que no será ningún pecado. En ninguno de los anteriores que he vivido lo he celebrado fuera de mi casa. Siempre lo celebramos en compañía de los abuelos -que ahora no están- e hijos, al mismo tiempo que ahorraba el gasto que ocasiona el hacerlo fuera de casa. Estoy seguro que os preguntaréis: ¿por qué estos dos últimos años te lanzaste a despedir el año por ahí con la que está cayendo?, ¿es que aumentó tu poder adquisitivo como pensionista, tal vez?, ¿o es que vives una segunda juventud?, ¿o lo ves todo color de rosa? o ¿te has vuelto loco? Pues nada de eso es, queridos Reyes. Simplemente lo que me empuja a lanzarme a la diversión no es ni más ni menos que una huida económica hacia adelante, temiendo que esto empeore y no pueda disfrutar ni de un día siquiera. A la vista de las noticias que diariamente se dan a conocer en algunos medios -sin duda más claras en unos pocos que en otros muchos-, me atrevo a recordaros: corrupciones por doquier, cuyos beneficiarios gastan y coleccionan los miles de Rothschild, extraídos de los bolsillos ajenos de los sufridores de siempre. Acumulándose en esas listas nombres inverosímiles componentes de todos los más altos estamentos sociales y políticos, que si nos lo hubiesen dicho hace nada más que un lustro quizá no seríamos capaces a asimilarlo. Entidades bancarias quebradas unas, desaparecidas otras, y la mayoría de las que siguen prestando sus servicios auxiliadas con millones de euros venidos de la CEE que, dicen, aún no han sido devueltos a los prestamistas por los beneficiarios finales. Que a poco que los intereses de nuestra deuda -que ya pasa del billón de euros- suban, nos será imposible el poder pagarlos. Para arreglar la situación se apaga el gran incendio a base de adarmes: nos suben el IBI, la luz, el agua y casi todo aquello de lo que no podemos prescindir. En muchas comunidades se recortan los presupuestos destinados a los pilares básicos de un estado de bienestar que invierta en futuro, como son la enseñanza y la sanidad. Con todo y eso, la deuda pública sigue subiendo disparada a pesar de tanto recorte. ¡Oh locura!, pero siguen intactas, sin desaparecer ni reunificarse, ni una siquiera de las más de ocho mil casas consistoriales existentes a 2015; con otros tantos alcaldes, secretarios y una infinidad de funcionarios. ¿Exagero? No, no soy consciente de ello, al menos no os quiero ofender por nada de este mundo, pero aquí mismo, en el Occidente de Asturias, sin ir más lejos, os diré como ejemplo que en tres ayuntamientos que suman poco más de mil habitantes están gobernados por tres alcaldes, tres secretarios y no sé cuántos funcionarios más. Dicen los economistas entendidos que si se rebajase el número de ayuntamientos en un treinta por ciento nada más, se ahorrarían más de 10.000 millones de euros anuales, que sobrarían para pagar las pensiones de los más de nueve millones de pensionistas. Solo el gasto municipal global de todos los ayuntamientos en España ya sabéis que es de más de 35.000 millones. Repasad vosotros, queridos Reyes, y veréis cómo también os salen las cuentas.
Los mayores tenemos dos grandes preocupaciones: una, el indomable miedo a que en un día cercano no podamos cobrar nuestras pensiones o, en un mal menor, que nos sean rebajadas sustancialmente. Pero bueno, no hace falta que nos las rebajen, simplemente con seguir aplicando esas subidas del 0,25% anual, serán fagocitadas en pocos años por la inflación solapada que nos roe. La otra, el miedo insuperable que nos da el pensar ¿qué será de nuestros hijos y nietos mañana? A ver si vosotros, queridos Reyes, podéis mediar en estos asuntos, haciendo qué alguien responsable de los que nos gobiernan, o de las oposiciones que están a su lado, nos contesten con soluciones -y no con humo, como suelen hacer- a estas inquietudes que son las de la mayoría de los jubilados enterados, para calmarnos a nosotros y a los que trabajan hoy para pagarnos y, al mismo tiempo, cubrir el fondo de pensiones para poder cobrar ellos mañana. Que, de una vez por todas, apliquen los remedios que pondrán coto a todos los desacatos conocidos que diariamente asoman y que, irremediablemente, no nos conducirán a ningún buen puerto; eso si no naufragamos antes en la travesía.
¡Por favor, queridos Reyes Magos!, que sepáis que no queremos ningún regalo, solo que nos aclaréis estas inquietudes que no nos dejan descansar.
Antonio Valle Suárez, Figueras (Castropol)
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