Fugacidad
El mes pasado estuve de viaje por el sur de Argentina. Uno de los parajes que no se puede dejar de visitar es Ushuaia, no sólo porque es el último enclave de la América del Sur antes de adentrarse en la Antártida e islas del Atlántico Sur, sino por las posibilidades que brinda al viajero amante de la naturaleza de descubrir espacios y momentos irrepetibles. Uno de ellos es el Parque Nacional, el único de Argentina cuya protección abarca montañas, bosques y mar. Al llegar a Bahía Ensenada uno se encuentra con un pequeño muelle, cuya caseta es el refugio/oficina de la última "oficina" de correos argentinos y, de facto, el último lugar del mundo donde se puede recibir y enviar correo.
Me habría hecho una gran ilusión (de haber conocido su existencia antes) enviar una carta de amor, unas postales a mis amigos y familiares, con la certeza de que las mismas llegarían cuando ya me encontrara de vuelta a España y... por Navidad. Habría sido la culminación, al menos para mí, de una época donde todo tenía su "ritual" y, por extensión, su tiempo. Tiempo que no se te escapaba de las manos, todo lo contrario, se llenaba de sensaciones, emociones, pensamientos, a la vez que planificabas las acciones, los pasos, la visita a la librería, al kiosco... hasta que te sentabas a escribir, a redactar. Todo ello culminaba con la "ceremonia" de depositar la carta o la postal en el buzón más cercano. Volvías a casa, llenando otra vez la cabeza de pensamientos, calculando cuando le llegará y qué me contestará.
La comunicación no era escribir un whatsapp tropezándote con la gente por la calle o en el ascensor sin contestar al saludo del vecino o sufrir porque tu hermana tiene más "amigos" en Facebook. La comunicación era otra cosa, porque necesitábamos establecer vínculos duraderos, porque la necesidad de comunicación implicaba, entre otras cosas, intercambio de ideas, opiniones, afectos, que tenían una "durabilidad" y hasta podían alimentar nuestros momentos vacíos.
En los últimos años de mi actividad como profesor de la Universidad de Salamanca, mis compañeros profesores me animaban a abrir una cuenta en Twitter. Siempre me negué porque soy incapaz de reflejar mis pensamientos o mis opiniones en un número limitado de caracteres. Admiro a quienes lo consiguen, pero ellos saben que son rehenes de la fugacidad. Lo que hoy escribes no es que dure dos o tres días, es que dura en el mejor de los casos horas, siendo lo normal minutos, pero si con ello has conseguido ser "trending-topic" o que tu "reflexión" o "video" se haga viral (a ésta palabra la tengo verdadero miedo) ya puede uno morirse... aunque sólo sea de manera fugaz.
Donald Trump, el personaje más ignorante y, por ende peligroso, que ha llegado a la Casa Blanca es un adicto a Twitter porque no tiene nada que decir, nada que comunicar. Por ello, su interlocutor más eficaz no puede ser otro que Kim Jong-un. Con motivo de las destructivas consecuencias que estos días ha sufrido una parte importante del país por las bajas temperaturas, ha "comunicado" por twitter: "Un poco de cambio climático no viene mal". Urge ya que los estadounidenses despierten. ¿Conseguirán al fin el "impeachement" en este año 2018?...Una carta más para los Reyes Magos.
Marcelo Noboa Fiallo, Gijón
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