Historias para no dormir
Algunos quizás recuerden (recordemos) aquellos primeros años de la Transición. La democracia empezaba a dar sus primeros pasos, echábamos tímidamente a andar, tras permanecer callados 40 años largos, con la boca herméticamente sellada (aún temblaban armas y bayonetas en los cuarteles), para evitar que se colaran las moscas, entre otras razones. Aquél reportero de la tele, en blanco y negro, nos ponía la alcachofa en la boca y los que no huían por piernas del lugar, balbuceaban, no sabían qué contestar. En nuestras cabezas y en nuestra memoria, tan olvidadiza y quebrantable a veces, permanecía todavía el recuerdo fresco, imborrable, de los golpes dados con la aldaba en la puerta, al anochecer. "¡Qué están ahí, ya vienen a por mí!". "¡Vete y escóndete entre las pajas, en el corral! ¡Deprisa!". Y como es de suponer, en esta España envidiosa y cainita nuestra, a los guardias se unía en la búsqueda (en ésta ocasión con final feliz para el de las pajas) la vecina de al lado "¿pero dónde se habrá escondido este rojillo?". Eran historias para no dormir, anécdotas estremecedoras de nuestra Guerra Civil. Conviene recordar, llegados a este punto, la inestimable e incuestionable ayuda, en el fatal transcurrir y el desenlace final de los acontecimientos del chivato matachín. Una figura crucial: fundamental como delator, imprescindible como ejecutor.
En la Guerra Civil española, el dictador Franco sí dio un golpe de Estado. Las familias de las víctimas todavía esperan la llegada de un Gobierno, que tenga algo de vergüenza, para ser rescatadas de las cunetas, donde duermen el sueño eterno en el olvido más absoluto. La Fundación Franco goza hoy de subvenciones y buena salud. Lo malo que tienen las guerras, fratricidas o no, es que en el fragor de la batalla puede salir despedida alguna bala, perdida, hiriendo a algún inocente cuya única culpa fue ir a trabajar en el campo, de sol a sol. Se quejaba de no tener nada para comer. De pasar hambre por no disponer de alimento que llevarse a la boca. Golpes nocturnos de aldaba dados en casa del obrero hambriento, luego era llevado -a culatazos- frente a la tapia del cementerio, en respuesta a su mala educación. Esta es la desmemoria histórica del Partido Popular: ni un euro para las víctimas del franquismo.
Luis Ángel Gil Urbón, Gijón
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