A Pedro Olalla

13 de Enero del 2018 - Darío Martínez Rodríguez (Pola de Siero)

¡Qué maravilla! Emociona ver que un paisano con el que sin saber compartiste días de tu infancia en tu pequeño pueblo pueda albergar con gran personalidad un saber sobre Grecia, desde la clásica hasta la de hoy, tan radical, tan certero, tan bello. Su película intitulada "Grecia en el aire" (al igual que su libro) es una joya, y lo es porque sabe trasmitir modestamente lo que le han dado los griegos: la posibilidad de querer saber más, de indagar en la apariencia en forma de conjetura o simple opinión, para demolerla y construir un discurso bien argumentado, dialéctico, abierto a la disputa y que aspira nada más y nada menos a que seamos mejores ciudadanos, es decir, responsables y capaces de gobernar y juzgar aquello que nos atañe en el día a día para procurar velar por el sostenimiento, siempre difícil, del interés común. Reivindicar la política, la democracia en concreto, de raíz griega, reivindicar a filósofos de la talla de Sócrates, Platón o Aristóteles es no sólo audaz y atrevido, es revolucionario en palabras de Pedro, y no sólo eso, añado yo: es hacer Filosofía de naturaleza crítica, académica, apoyándose en otros saberes tal y como se muestra en la película, es siguiendo la estela del filósofo de anchas espaldas, aspirar al bien desde los saberes ciertos que trituran los pseudosaberes encerrados en el eterno sí o no, en el eterno relativismo apático y de naturaleza nihilista de hoy que conduce a la desafección (mal político por excelencia para los ciudadanos atenienses). Insisto, me he emocionado porque estoy seguro de sentir lo que Pedro Olalla quiere trasmitir y creo e intento además y modestamente entenderlo.

En definitiva, eliminar la Filosofía académica (y en extensión las humanidades: Música, Latín, Griego...) del sistema educativo o pretender que, por el mero hecho de pensar uno ya es espontáneamente ajeno a todo tipo majaderías, es un fenómeno de un tiempo que se aproxima a la barbarie. Lo peor es que quien lo lidera son nuestros más brillantes políticos y hombres de negocios, ¡qué pena! No colaboremos como ciudadanos con nuestra desidia y al menos mostremos la audacia de disentir.

Reconozcamos como espectadores en el teatro el buen hacer reflexivo de Pedro Olalla y aupémoslo a Olimpo del que quiere saber más a través del noble esfuerzo orientado a la felicidad propia del hombre medio prudente en el seno de una sociedad bien gobernada y justa (Aristóteles).

Gracias de todo corazón. Qué se repitan tus trabajos y que nos honres con tu presencia.

Darío Martínez Rodríguez, Pola de Siero

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