Estado de alarma
Leo en la prensa que "el PP, en estado de alarma total, pide a Rajoy medidas para frenar a Ciudadanos". En verdad que está mal, pero que muy mal, el PP, desde la cabeza (perdón, desde el mando) hasta buena parte de la militancia, pasando por toda una corte de validos de play-inmóvil®, tan "digitalizados" como en su día lo fuera su capataz (pecado del que Aznar no se redimiría en siete vidas que tuviera, aún entonando el mea culpa -cosa imposible en él- desde maitines hasta completas). Esta gente parece haber perdido la brújula y la capacidad para leer, no sólo en las estrellas, sino en el barro del camino, que tan bien parecen conocer y alimentar. ¿Quiénes son ustedes para tratar de frenar a otro partido, en lugar de mover al suyo? ¿Quiénes son ustedes para "no dejar pasar ni una" a quienes están haciendo a su modo su trabajo?
Después de años de inacción (si no de algo peor, muy parecido a la traición a una ideología), de liderazgo timorato, cobardón y cómplice pasivo (si no de algo peor, doloso) de una crisis sistémica de España, de errores de bulto -rodeados unos y otros de espirales entreveradas de múltiples niveles de dóciles cortesanos ensimismados-, después de una continuada y merecida caída en barrena plana ante el electorado... no se les ocurre otra cosa que pedir a su jefe ¡que frene a Cs! O sea, que zancadillee o haga juego torticero -porque otra estrategia no parecen conocer- al partido que está ocupando, más por los pecados suyos que por méritos propios, el espacio electoral que corresponde a una derecha moderna y homologable. A un partido conservador sin deudas ni esos complejos que tan bien sabe alimentar -sobre todo en huérfanos de ideología y en acomplejados de nacencia- una izquierda que también, hoy por hoy, anda por y para el arrastre, y que debería hacérselo mirar en galenos de otra mutua.
Fieles del PP, los que vayan quedando, pidan ustedes a Rajoy que gobierne según el ideario del PP, si es que, unos y otros, saben donde ha quedado traspapelado, y no se dediquen a las mezquindades a las que el partido nos tienen acostumbrados, particularmente con propios y con próximos. Que se sepa y se vea si ustedes suben o bajan, no las encuestas (que ya lo sabemos) sino las escaleras. No es sólo cosa de comunicar naderías, sino de hacer, que los hechos se evidencian solos. Hagan la política que les corresponde, la que debería corresponder a las siglas que okupan (sic), hagan política, sin vergüenza, y de una puñetera vez.
Y, si no, si se creen inocentes pero maniatados y amordazados, tengan el coraje de deshacerse de su cúpula y yugo, que recursos tienen.
Julio L. Bueno, Oviedo
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