Mis recuerdos de Gerardo Turiel
El 15 de enero se cumplieron diez años del fallecimiento de Turiel. Su personalidad y su trayectoria profesional como jurista, profesor, aficionado a la ópera, su valía dialéctica y demás méritos fueron recordados por LA NUEVA ESPAÑA de 16 y 17 de enero de 2008, a través de numerosas necrológicas.
Estas líneas aluden a mis recuerdos sobre su persona, que centro en cinco cualidades que le caracterizaban: vitalismo, alegría, buen humor, generosidad y bondad.
Tuve la suerte de que, a través de su hermano Daniel, lo conociera y lo tuviera como amigo y como letrado para los muchos pleitos que los médicos del HGA tuvimos que afrontar con dicho centro. Gracias a Turiel gané el primero en base a su ciencia jurídica pues alegó que nuestros contratos no eran de adhesión sino de participación, lo que permitía llevar los litigios bien por vía administrativa o por la laboral, y que, por otra parte, al no haber denunciado al hospital el principio de legalidad, no tenía derecho a reclamaciones retrospectivas. ¡Turiel era un gran experto en Derecho Administrativo! Al preguntarle yo lo que le debía, comentó con su pasante, festivamente y en mi presencia, que “si me cobrarían por la tarifa o por la lata”. Me cobró lo mínimo, y a partir de entonces desapareció el pago de honorarios “stricto sensu”.
En consecuencia, los siguientes litigios, el primero de los cuales afectó a la mayoría de médicos del HGA, pude hacerlos por vía contenciosa y no laboral, entendiéndome así con la Audiencia sin mediar procurador ni letrado, con el consejo de Turiel. Viendo que no me quería cobrar, un día se me ocurrió presentarle un borrador de recurso y la minuta del abogado para su Vº Bº. Le hizo tanta gracia la idea que salió por el pasillo con mis papeles alzados y, como despavorido, dijo a voces: “¡Mirad! ¡Izquierdo no sólo nos hace sus pleitos y se entiende con la Audiencia, sino que hasta nos hace las minuuutas!”. ¡Gerardo Turiel era un hombre alegre y feliz!
Era habitual que al final de cada consulta me contara un chiste o un sucedido gracioso, con lo que medio pleito ya estaba ganado. Una vez, en base a la confianza, me preguntó con buena fe que si era religioso; para simplificar le contesté: “Desde luego, al menos bajo el punto de vista etimológico”; sabía que, siendo Turiel un buen romanista y latinista, se acordaría del “religo, religare, religatum”; y le bastó. Como prueba de su latinidad clásica su despacho estaba presidido por un atril con un gran y elegante Pandectas, de jurisprudencia romana.
A Gerardo Turiel se le ha reprochado, injustamente, su versatilidad ideológica; que si había trocado su afinidad con la Falange por el socialismo. Yo diría que quienes cambiaron de camisa fueron los ideólogos de tales formaciones, y que Turiel se mantuvo siempre fiel a sus ideas de justicia social. Cuando vio que ni unos ni otros eran consecuentes con lo que decían, se alejó definitivamente de dichas afinidades.
Reitero lo dicho: a mi entender, una cualidad sobresaliente de Gerardo Turiel era su bondad, como velada por su personalidad extravertida y brillante.
José María Izquierdo Ruiz
Oviedo
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