LOS NIÑOS, COMO DAÑOS COLATERALES
Tanto las nuevas formas de familia, como los nuevos roles a ella aplicados, unido a la exigencia de libertad sin límite de los adultos, han traído consigo, victimas que bien pudieran denominarse como colaterales, pero victimas al fin y a la postre. Y estas no son otras, que los niños.
Nunca en la historia de la humanidad, se ha hablado tanto y en tantos foros ni en tantos organismos, de la defensa de la infancia. Y nunca de igual manera, se les ha dañado tanto, física y moralmente, como en los tiempos en que vivimos.
Hoy, son los verdaderamente sacrificados, en favor de los derechos de los adultos. Pues si estos, quieren formar una familia a su conveniencia, los niños deberán de adaptarse -o ser adaptados- a ello. Bien sea naciendo en el seno de una "unidad de conveniencia", donde no exista la figura del padre o de la madre (según convenga a los progenitores), o en parejas lógicas, donde prime el compaginar, la vida laboral con la familiar. En cualquiera de los casos, no dejan de ser siempre, los más sacrificados: De hecho; son la "moneda de cambio", de los pactos post-ruptura en las parejas. Siguen siendo los niños, los que deben de adaptarse desde su nacimiento, adopción, o cualquier otra forma antinatural o no, de "adquisición", a las condiciones que resulten menos gravosas para los padres, con el único fin de que no rompan la armonía, el sosiego y la tranquilidad, de quienes no quieren ver alterado su "modus vivendi", por un "renacuajo" que a veces les ha tocado sin desearlo, y al que no se le debe permitir, que altera la vida -muchas veces rutinaria- de los padres.
Desde que un medio de comunicación y una periodista han descubierto que la maternidad cambia la vida, muchas parejas, y muchas madres potenciales, creen haber abierto los ojos, a una realidad, que por lo que le cuentan, desconcian. Por cierto: llegar a la conclusión de que la maternidad cambia de alguna manera, la forma de vida, es como descubrir, que el matrimonio cambia la vida; la muerte de un ser querido, cambia la vida, una enfermedad cambia la vida; o que la llegada de una contrariedad también nos cambia la vida. Pero lo que no han dejado claro, es si para bien o para mal. De cualquier manera, la vida desde que se nace, hasta que se muere, es cambiante, nunca es; ni lineal ni plana, ni mucho menos exenta de contrariedades. Algo que de ser así, sería muy tediosa.
Por tanto, adaptar las formas del más pequeño, a las nuestras de adulto, es desmesurado desde el punto de vista de un ser, que esta en un estado de "debilidad". Y en comparación con los adultos. El niño, necesita vivir su etapa como tal. Necesita el cuidado, no socializante, de los padres, antes de al menos los siete años. Y no ser sacado de la cuna familiar, para llevarlo a otra comunitaria.
Me sigue dando mucha pena el ver como niños tan pequeños se les saca de su casa y de su ambiente, a unas horas tan tempranas, haga frio o calor, llueva o nieve, para que sus padres puedan "conciliar su vida personal". Por eso digo que son los daños colaterales de una sociedad donde solo prima el vehículo nuevo, las vacaciones, el iphone, el café, las comidas fuera y el piso en propiedad. Pero no solo se sacrifican a los hijos, en eso tan materialista como egoísta; se les usa y en demasiadas veces para el chantaje entre las parejas que llegan al divorcio. Para lograr un mejor partido para alguna de las partes en su acuerdo de ruptura. Para exigir de la sociedad, que se haga cargo solidariamente con el "coste" que supone la manutención y cuidado del niño. ¿Y quiénes son el o los culpables?.. Obviamente, los gobiernos. Los gobiernos que creen saber cómo reducir la baja natalidad. De ahí, que pretendan de alguna manera "pagar por gestar", sin saber, que jamás lograran su objetivo, porque la maternidad y la paternidad, no es una cuestión de dinero, ni de comodidad. Ser padres, es una vocación, que nace de la propia naturaleza del ser humano y no de ninguna "política de planificación familiar", carente de toda humanidad, y del principio rector de la procreación, que es: el amor. Y el amor, guste o no, es un acto de generosidad sin límites, donde se ama tanto la vida, que se desea "dársela" a otro, aunque también traiga, la alegría a quienes así de generosidad de comportan. Este es el principio de la paternidad y de la maternidad. Tan antiguo como la vida misma, y tan sociológicamente arraigado en el ser humano, que no admite, salvo para peor, que el más débil sea solo un daño colateral. Si así logramos conducirnos por la vida, al final recibiremos lo que hemos sembrado. Y en esta generosidad se da el caso de que "amor, con amor se paga ".
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