Casos y cosas
El recién nacido año 2018, ¿qué nos traerá? Seguro que, políticamente, más de lo mismo. Excelencias y señorías, igual que el año fenecido. Unos, gobernando a contrapelo, aguantando una legislatura cada vez más enconada y dura. Otros, en los dos hemiciclos “hemicircos”, diríamos más bien, cuando los señores diputados y senadores, pierden la educación –los que la tienen– y, con sus agresivas payasadas dialécticas, dejan de ser señores. Que sí lo son la mayoría de sus señorías.
En Cataluña también, más de lo mismo. Como la ley Electoral sigue siendo un marrón, el partido más votado, Ciudadanos, va a ser oposición porque sediciosos y separatistas volverán a gobernar, unos desde Bruselas y otros desde la prisión. Mientras tanto, allá arriba, el telemático Puigdemont se sigue pegando la gran vida y tocando el violón. Si comparas lo de Cataluña con esos payasos, es un circo como aquel de la televisión.
A Donald Trump, dentro y fuera de casa, le están creciendo los enanos, y como siga así, con tanta metedura de pata, va a dejar de ser muy pronto presidente de los norteamericanos. Primero, entre otras coladuras, que Jerusalén sea la capital de los israelitas. Hay que tener cara dura con esta otra ofensa a Palestina. Y su última barbaridad, llamar “agujeros de mierda” a los emigrantes de los países iberoamericanos que la frontera USA pasan, o quieren pasar, huyendo de las catástrofes naturales, el hambre o la necesidad. Trump está majara y, al parecer, su “tarreña” mental está tocada y de la Casa Blanca se va a tener que largar, porque está visto que su “tarreña” no es normal. Una camisa de fuerza no le vendría mal.
En el año 2017, nos cayeron por España 82 millones de turistas. Natural. Porque nuestro país, con sus playas, montañas y una buena gastronomía, no tiene igual. Y no digamos en Asturias, en ese mundo aldeano y maravilloso que es su medio rural, que es el mejor del mundo mundial.
Parece ser que el deporte puede unir a las dos Coreas, lo que hace que la paz la sombra de la guerra diluya. ¡Aleluya!
Fiesta en Vega de Aller, el día 13, con motivo de celebrar la restauración de su templo parroquial. Sorprendentemente, no se recordó a don Valentín de Lillo que en esa iglesia y parroquia fue un ejemplo de sacerdocio, bondad, caridad y amor al prójimo. El olvido a este santo cura de Vega es ahora completo. Bueno, los suyos, por lo menos, seguimos teniendo vivo su recuerdo.
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