Kepa
Pienso que las noticias deportivas no merecen mucho debate. Quiero decir que su lugar debiera estar contenido en un paseo por el parque, una barra de pub o una broma a un cuñado. Sin embargo debo valerme de una reciente para manifestar mi alarma por los derroteros que va tomando el periodismo en general. Podría apelar a otras muchas, pero esta, por su intrascendencia, y porque acarrea todos los síntomas del mal, me viene pintiparada.
De hace unos meses todo tipo de prensa aseguró que cierto guardameta había sido fichado por el campeón de liga. Se dio por firme la fecha de enero del presente para el traspaso, imagino que se apuntaron cifras, duración, etc.
La realidad ha tenido el mal gusto de desmentir a todo el panorama periodístico patrio, deportivo y no. Sin embargo no he sido capaz de encontrar una disculpa, un mea culpa, un sonrojo o algo lejanamente emparentado. Nada.
Ignoro como se cocinan estas cosas. Presupongo, estoy en mi derecho a la vista de la calidad de los profesionales de la información, que a alguno se le enciende la ocurrencia y la cuela en el sistema de cañerías. El resto copia y pega y, quizás, algunos agregan morcillas de su cosecha. Llegado el momento, y si salen bastos, basta con mirar a otra parte silbando. Echo en falta al menos cierta gallardía para confesar; sí, yo también colgué esa noticia sin contraste alguno, pido comprensión y no volverá a ocurrir.
Pues no, lo que puede comprobarse en estos días de recule es que algunos, los más valientes, le echan la culpa a la realidad, acusan a alguno de los actores que se salieron del guion y se han equivocado de verdad. Algo sucedió en el espacio-tiempo que produjo otro futuro, algo así.
Naturalmente es más fácil elegir la mejor alineación con el partido acabado, o aplicar el fuera de juego tras verlo ciento dieciséis veces en la moviola, que es a lo que muchos dedican el esfuerzo para ganarse el salario. Pero convengamos que no es más digno.
Pues este es el panorama. Ahora extiéndase hacia cosas serias y consideren si no es para alarmarse. Ciertamente hay honorables excepciones. Pero no estamos aquí para hablar de casuística. Es deseable un ciudadano bien informado. Pero antes de sentarse frente a la noticia envasada conviene a éste una mayoría real de edad, unas capacidades críticas y de discernimiento que vacunen en lo posible contra los prejuicios, algo de músculo en el intelecto y otros atributos que no le hagan cautivo de su columnista preferido.
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