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La cuestión sanitaria en Asturias

24 de Enero del 2018 - Justo Roldán (oviedo)

Quizás no sea éste el título más adecuado, sino el de “La sanidad asturiana, cuestionada”. Porque hoy, y desde hace algunos años, ése es el debate y la situación que está en la calle, en los medios de comunicación, en los Juzgados y en el dolor de muchas familias. En definitiva, una sanidad en cuestión.

Pero ciñámonos a los hechos, a las causas y a los silencios cómplices de quienes tienen la responsabilidad “hipocrática” de velar por que esta situación se revierta. Y me refiero muy concretamente al Colegio de Médicos de Asturias, organismo que lleva muchos años mirando para el lado contrario del que se encuentran los problemas que hoy acarrea la salud pública. Que son los mismos que llevan sin hacer una declaración “colegiada” al respecto; tal es así, que las únicas manifestaciones sobre la situación sanitaria se hacen a título individual, con preguntas, respuestas y hasta soluciones que no nacen de la organización médica sino de la buena intención de algunos de sus colegiados. El hecho es de por sí insólito en la historia de la medicina asturiana, y sus efectos se hacen notar en la asistencia, la docencia y hasta en la investigación, pues falta, por ilógico que parezca, la organización colegial, que es la que debiera de marcar las directrices para un mejor funcionamiento y una única unidad de criterio entre los profesionales de la medicina.

Huérfana ésta de una dirección profesionalizada, ha caído irremediablemente en las manos de unos “padres adoptivos” que no son otros que los políticos, y éstos no se rigen por ningún juramento hipocrático, sino que lo hacen por una mera dependencia del partido de turno y de unos resultados electorales. Lo demás, es decir, sus efectos, corre a cargo del enfermo asturiano, que a su vez tiene que ser el paciente de los desmanes políticos.

Los hechos son los que un día sí y otro también salen a la luz pública: errores médicos que acarrean desenlaces fatales, colapsos en la atención primaria, secundaria y hospitalización, políticas de prevención que no funcionan, listas de espera desesperantes (valga la expresión), gastos añadidos a los asegurados, que se ven obligados a buscar otras fuentes de diagnóstico y tratamiento alternativas, un descendiente prestigio de la sanidad asturiana a todos los niveles y una pésima gestión económico-administrativa y de personal que hacen un “totum revolutum” con el resultado que ahora padecemos.

Si ya me he referido a los silencios, aunque sea someramente, a los hechos, pasando de puntillas sobre ellos, las causas son obvias: no existe en Asturias una organización médico-sanitaria que merezca la pena. Y lo que sí existe, sin que se merezca, son unos políticos metidos a médicos que sin ser responsables ante la justicia de sus actos arrastran a los profesionales a ser ellos quienes se enfrenten a sus propios errores –eso es cierto–, pero que son motivados en su mayoría por una ineficaz Administración y por la falta de un organismo con mayúsculas que marque las pautas de la profesión médica y no se sacuda su responsabilidad en el consejero de turno.

Entre medias, entre incapaces e irresponsables, queda atrapado el usuario. Ése del que tantas organizaciones hablan, el mismo al que se le cita para que participe en todos esos inútiles organismos, creados en nombre de “no sé qué democracia representativa” con la coletilla de usuarios y consumidores, pero que terminan siendo usados y consumidos.

Si ante esto nadie se pone colorado, si después de esto nadie sale a denunciarlo y si después de todo esto nadie se hace responsable, sólo queda una solución: devolver las competencias en sanidad al Gobierno de España so pena de seguir estando en riesgo nuestra salud y nuestra vida.

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