Supongamos

25 de Enero del 2018 - José R. Morant Cardona (Oviedo)

Supongamos por un momento, querido lector, que a usted o a mí la grúa municipal nos coge el coche. A usted, a mí o a esa señora mayor, sí, la del pelo blanco. Supongamos que esa señora no se aburre, no tiene tiempo: supongamos que trabaja en una oficina, en casa de los padres, en la propia y en una asociación sin ánimo de lucro. Supongamos que esa señora cuando “disfruta” unos días de vacaciones marcha a cuidar del nieto. Supongamos que esa señora tiene un Ibiza de color indefinido, antaño rosa, con unas margaritas de la época hippie tardía.

Supongamos que esa señora pide prestados unos euros y marcha enseguida al depósito municipal de vehículos. Supongamos que al llegar allí le confirman que su coche está en el depósito. Supongamos que, con las prisas, la señora del pelo blanco ha olvidado coger la documentación. Supongamos que el funcionario municipal le informa que, en esas circunstancias (lógicamente), no puede retirar el vehículo. Supongamos que la señora del pelo blanco le pide al funcionario el favor de llamar por teléfono, para que le acerquen su documentación. Supongamos que el funcionario le responde que los teléfonos allí existentes sólo comunican con dependencias municipales. Supongamos que la citada señora le pregunta ¿y para llamar a un taxi? (supongamos que es una noche con un frío pelón, con o sin orballo, y la señora del pelo blanco no había parado a coger el abrigo). Supongamos que el funcionario pone cara de póker y no responde, ni siquiera con un “utilice mi móvil, señora”. Supongamos que el funcionario se limita a decir a la señora que dispone de veinticuatro horas para retirar el vehículo sin recargo por estancia en el depósito. Supongamos que el funcionario no informa a la señora de que, si ella había dejado el coche con las intermitencias puestas, puede encontrarlo sin batería cuando vaya a recogerlo al día siguiente.

Supongamos que la señora, mientras acompañaba a su anciana madre, mujer dependiente, hasta la vivienda de ésta, había dejado el coche en la calle (semipeatonal) con las luces intermitentes encendidas. Supongamos que al día siguiente un familiar de la señora del pelo blanco (ella estaba trabajando) fue a recoger el coche del depósito municipal. Supongamos que, después de pagar la tasa (llámase tasa), el susodicho familiar no puede recoger el coche porque éste tiene la batería agotada. Supongamos que tiene que recurrir a un servicio externo del depósito para poder arrancar el coche. Supongamos que esta persona ha quedado muy satisfecha de los servicios municipales. Supongamos que la señora del pelo blanco también. Supongamos que usted, querido lector, y yo, en similares circunstancias, hubiéramos quedado, igualmente, muy satisfechos.

Como habrá advertido, avispado lector, excepto usted y yo, cualquier parecido del contenido de este texto con la realidad es pura coincidencia: todo es un supuesto donde personajes, calles, vehículos, locales..., incluso el tiempo meteorológico son pura ficción. Aunque del futuro no sabemos nada, claro. En cualquier caso, les recomiendo a todos leer "Sostiene Pereira" (1994), novela histórica del genial escritor italiano Antonio Tabucchi (Pisa, 1943-Lisboa, 2012).

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