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Retrasar la jubilación aumenta el paro

9 de Febrero del 2010 - Juan Castañeira Fernández (Tres Cantos, Madrid)

El aserto que encabeza esta carta es incuestionable no necesitando, a mi juicio, ningún tipo de controversia o debate. En la época ya pasada de los gobiernos socialistas de Felipe González, se quería solucionar el problema acuciante del paro existente mandando a los mayores a la prejubilación para que los jóvenes en espera de puesto de trabajo ocupasen, gustosamente, el empleo que dejaba la gente mayor. También se estaba contra las horas extraordinarias, pues impedían que las empresas colocasen a más trabajadores.

Es decir, que se pensaba de modo distinto de como piensa el actual Ejecutivo de Zapatero. No deja de parecerme descabellado que caminando en nuestro país hacia los cinco millones de parados se tomen medidas que en vez de disminuir el paro, necesariamente, lo aumenten al prolongar la edad de jubilación a los sesenta y siete años de edad. No vale decir que los hombres viven más años que antes, dado que se cuidan más, ni tampoco que en otras naciones como Alemania se toman medidas similares. Sabemos que el índice de paro en España no es comparable al de otras naciones como Alemania. Lo ideal es que se prolongase la vida laboral y con una economía boyante se creasen puestos de trabajo para los parados y para los que empiecen a trabajar por primera vez.

Un filósofo italiano del siglo XVI afirmaba de modo escandaloso que tanto la vida animal como la humana cabalgaban sobre la muerte de los demás. Sabemos de sobra y por experiencia cotidiana que, al jubilarse o morir una persona, deja su puesto de trabajo a otra que, estando en paro, lo ocupará gustosamente.

Novelistas rusos del siglo XIX tan célebres como Tolstói nos hablan, continuamente, de las herencias y grandes riquezas que deja el príncipe y que una vez pasado el entierro es el regocijo de los que les suceden.

Por mucho que se avance en la vida se sabe bien poco, pero sí que algo se sabe. Si se maltrata a un perro, puede mordernos o escapar, pero si se le trata con cariño su comportamiento es distinto. Lo mismo ocurre con las personas: si nos tratan mal, las esquivamos o les negamos el saludo.

Sabemos que las empresas, si pierden un empleado que necesitan, buscan a otro, para que ocupe, rápidamente, el puesto vacante y así seguir con la misma producción o rendimiento.

Si el empleado se jubila a los 65 años, meterán a otro; si lo hace a los 67, esperarán dos años para meter otro empleado.

Entendemos, pues, que la idea de retrasar la jubilación a los 67 años aumentará el paro en nuestro país, no resultando una solución viable.

Evidentemente, los pensionistas deben seguir cobrando sin ver mermadas sus pensiones, pero no a costa del aumento del paro, pues los jóvenes y parados deben también de ganarse el sustento beneficiando su colocación a la seguridad social. El Estado tiene mecanismos suficientes, interviniendo más en la economía –y no asistir, como convidado de piedra, en el devenir económico– para solucionar el problema del paro y de las pensiones, que son su consecuencia, sin llevarnos a callejones sin salida como el que venimos tratando y criticando.

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