Apesta

15 de Febrero del 2010 - José Luis Velasco Vicente (Villanueva de Perales)

El tema de los malos olores hace tiempo que me intriga, sobre todo desde que conocí dos teorías, más o menos científicas, pero de fácil comprobación empírica, que postulan así:

1ª Ley. Cualquier mal olor que entre en contacto con tu nariz perderá su efecto según transcurren los segundos, siendo asimilado por el cerebro y por tanto anulada su pestilencia.

2ª Ley. El asco que produce un olor desagradable es inversamente proporcional a la confianza que se tenga con el/la/lo persona, animal u objeto que lo produce, o lo que es lo mismo, no somos capaces de percibir nuestros propios olores por asquerosos que sean.

Pues bien, pensando en ello el otro día me llevé una nada agradable sorpresa, me pareció descubrir un paralelismo entre estas leyes y la sociedad de nuestro país.

No hay quien soporte el tufo que desprende un gobierno mentiroso, incapaz y soberbio, una oposición más pendiente de conseguir su parcela de poder que de apoyar una recuperación económica, una clase política basada en el feudalismo más radical, unos sindicatos arropados por kilos y kilos de acomodamiento y subvenciones, unas entidades financieras sin escrúpulos y abusivas, unos empresarios despóticos en época de vacas gordas y llorones cuando estas se tornan flacas, unos medios de comunicación vendidos al mejor postor, un funcionariado mediocre acomodado e incapaz, unos autónomos que se mueven entre el fraude y el timo, unos falsos parados que su meta es no trabajar, unos ecologistas mafiosos, unos independentistas aún más mafiosos, una justicia para el que la puede pagar, una falta de educación, ética y respeto, de sensibilidad con los que nos rodean, de empatía con el prójimo,

Por supuesto que estoy generalizando, claro que hay personas trabajadoras, honradas, brillantes, educadas, capaces, solidarias, desprendidas y escrupulosas en todos esos estamentos, seguro que incluso son mayoría (aunque no muy amplia)

¿Entonces?

¿Nadie es consciente de que nos acercamos a un precipicio?

¿Por qué no se hace nada?

Y es aquí cuando retomamos las dos leyes del olor insufrible:

¿Nos hemos acostumbrado a toda la podredumbre que nos rodea?, ¿no somos capaces de percibir la mierda (con perdón) que nos llega hasta la cintura y que nos atenaza como nación?, ¿será porque es nuestra propia pestilencia (sociedad) y por eso no nos sofoca su mal olor?, ¿de verdad no se huele que no estamos en una verdadera democracia?

El problema no reside en detectar o no esos efluvios repulsivos, el problema es que proceden de una infección que invade hasta el rincón más recóndito, una gangrena que nos está matando, un cáncer mortal de necesidad.

Y es evidente que la solución no está oculta entre la arena en la que enterramos nuestras cabezas de avestruz, ni en las mascarillas de papel y desodorantes que nos quieren vender para disimular el mal olor (tumor)

Es necesario coger aire puro, realizar una operación a gran escala, amputando si es necesario.

Pero claro, para ello hay que darse cuenta de que algo huele mal a nuestro alrededor.

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