Y las banderas van cayendo como fruta madura
Si, sí, me refiero a todas esas banderas de España que pendían de balcones, barandillas, ventanas, bandeja trasera de los coches...
¿Cuál era el significado de esa realidad?
Haciendo un símil con las relaciones humanas, ¿por qué el agua del jarrón con el ramo de flores del amante (quede claro que no voy a entrar en el tema sexista de los politiquillos/as/es/is/us, el masculino es genérico) se empodrece hasta ser colonizado por cucharapas?
¿Por qué el fuego inicial que da lugar a esa manifestación de solidaridad/identidad se apaga?
¡Porque el amado y el amante fueron engañados por el celestino!
El amado, en este caso, es un ser pasivo. El amante está disculpado porque el corazón no suele ir al compás de la razón.
Que el Rey, que reside en palacio, desfilara desnudo creyendo ir con las mejores galas, tendría un pase, pero que el temporal inquilino de la Moncloa también se lo crea es lo que nos faltaba por ver.
Esa, anteriormente comentada, reacción espontánea, ¿era un cheque en blanco?, ¿acaso el amante no necesita ser correspondido para mantener viva la llama de la pasión?
El celestino de la Moncloa nos engañó a todos y ahora está recogiendo los frutos de la ignominia sembrada.
¡Que Dios, o Paco Bergoglio (y a éste, el anterior), nos coja confesados!
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