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«Estos chavales se suben al cielo y matan a Dios»

7 de Febrero del 2010 - Teresa Fernández-Barbón Fernández (Grado)

Hubo una frase que me dejó huella. Fue a raíz de una noticia que vi en el telediario. Un grupo de chavales, entre 15 y 16 años, se reunía cerca de las casas más apartadas de su pueblo. Entre otras cosas, se dedicaban a tirar petardos. Cuando una de las vecinas salió a llamarles la atención, uno de ellos se le acercó por detrás y le tapó los ojos. El resto empezó a golpearla diciendo esta frase: «Soy menor, adivina quién ha sido».

La paliza se saldó con varias lesiones y fracturas. Entre las últimas, las de dos dedos. Primero se entrevistó a la propia afectada. Luego a varios habitantes del lugar. Más o menos todos dijeron lo mismo: aquello era una locura. Pero cuando se les preguntó a unos jubilados, uno de ellos miró directo a la cámara y dijo: «Estos chavales se suben al cielo y matan a Dios».

No hay forma más gráfica de expresar una situación que cada día que pasa va degenerando. En un artículo publicado en este diario el 29 del pasado mes se explicaba que en este país los profesores dedicaban el 16% del tiempo de clase a mandar callar, y que un 32% de los docentes presentaba cuadros de ansiedad. El texto iba acompañado de una viñeta que representaba una misma situación con treinta años de diferencia: la profesora había entregado las notas. En el cuadro que correspondía a 1970, los padres preguntaban enfadados a su hijo qué notas era ésas. En el que correspondía a 2010 la situación era a la inversa.

En todo este tiempo han cambiado muchas cosas. Nos encontramos con parejas inmersas en jornadas interminables de trabajo que lo compensan defendiendo a sus hijos contra viento y marea, aunque no tengan razón. Unas malas notas (si bien hay circunstancias) son el indicio de una tarea sin hacer. Parece que el ajetreo hace olvidar que la responsabilidad es algo que se aprende, no surge por generación espontánea. Si no pedimos cuentas de eso, ¿cómo esperamos que en el futuro cumplan en un puesto de trabajo?

La ampliación de un horario escolar no parece una solución para atender mejor a nuestros hijos. Los profesores no son niñeras ni tampoco pueden hacer el trabajo de los padres. Transmiten los conocimientos que no podemos enseñar.

Teresa Fernández-Barbón Fernández

Grado

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