Subecarros
No soy de Oviedo natal, y mira que lo deseo. No tengo raíces aquí aunque las quiera formar y en mi familia se es del Real Madrid o del Betis (además de algún despistado...). Por eso nunca había ido al Tartiere (aunque muy de pequeñita mi padre me llevó a animar a los verdiblancos al viejo), y nunca había vivido ni vibrado con este equipo.
Muchas veces me preguntan conocidos (que no amigos y con licencia para bromas) cómo puedo vivir habiéndome subido al carro. No una, ni dos veces. Esta semana me dijeron al menos tres que yo no podía tener nervios por el derbi porque me había subido al carro.
Sid Lowe vino a Oviedo, se enamoró de un equipo, de una filosofía, y se subió al carro.
El 31 de mayo de 2015 y después de ver lo volcada que estaba mi ciudad con ese partido en Cádiz quise vivirlo con mi mejor amiga, disfrutamos y sufrimos, y recuerdo el enfado que me invadió cuando un señor en el bar adelantó el gol de Fernández al escucharlo por la radio. Ese mismo día me enamoré. Me enamoré del Oviedo y me enamoré de la persona que hace cada día desde entonces que sienta más por él y por el Oviedo.
Tenéis razón. Yo no abandoné al Oviedo en Tercera, yo no viajé a Langreo, yo no sufrí las humillaciones vecinas. Pero sé que tampoco lo hubiese abandonado. Porque el Oviedo es orgullo y confianza, y aunque a veces se te caiga por los suelos, cuando consigues levantarte, para mirarte, todos se tienen que poner de puntillas o estirar la cabeza.
En estos dos años de viaje en carro he dejado de lado mi madridismo hasta el punto de no ver ningún partido (eso que me llevo), pero no he fallado un domingo al Tartiere. He sufrido a Erice, he creído para luego odiar a más no poder a Hierro, me he enamorado de los detalles de Lucas Torró y Susaeta. He acompañado a mi equipo para animarlo en Lugo y en Valladolid (ahora también me llamaréis gafe) y he sentido mariposas como poco recordando el gol de Toché en El Molinón.
Por todos los años de oviedismo que me perdí o por lo intenso que lo he vivido desde entonces me podían los nervios de que llegase el domingo. Y fui feliz, como espero serlo el próximo sábado.
Sé que me subí tarde al carro, pero también sé que no me bajo. ¡¡Hala Oviedo!!
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