Derechos y Deberes
¿Estamos mal acostumbrados o quizás delegamos demasiado en los demás a la hora de dar solución a un problema de índole público?
Caen unos copos de nieve y enseguida se encienden todas las alarmas: aislamiento, incomunicación, cortes del suministro eléctrico, telefónico, agua etc.
El habitante de las grandes urbes, el consentido por excelencia, el que goza del más variado surtido de servicios públicos, el que exige ipso facto el servicio, es sin duda el peor preparado para afrontar una situación de emergencia. Los motivos, tanto los propios de la infraestructura de la ciudad en donde vive, que a la vez que proporciona unos recursos, también le priva de otros tan básicos como ancestrales, y por otra parte el ego que le impide arrimar el hombro en caso de necesidad, pues considera que no es su deber. Ejemplo: hace unos años cayó una buena nevada en Mieres, la gente se quejaba porque no podían transitar por las aceras, querían que los operarios de limpieza, dejaran expeditas todas las aceras de la ciudad. Pregunto: ¿qué es prioritario, limpiar vías de acceso a los pueblos aislados o lucir aceras en la capital del concejo para pasear?, ¿alguno de los vecinos que exigían en alta voz, se paró a pensar en la conveniencia de echar una mano?... ni lo sueñen, la respuesta inmediata fue: para eso están los del ayuntamiento. Al día siguiente, las calles que fueron limpiadas por operarios, lucían una espectacular placa de hielo. Ahora la situación mutaba y los operarios eran los responsables porque habían quitado la nieve, pero no habían echado sal... esto pone en evidencia el señoritismo que se adueña de villas que fueron hogar de obreros y hoy son meras ciudades dormitorios que con el tiempo acabarán reconvirtiéndose en lo que fueron, con más o menos viviendas, con más o menos habitantes, pero en definitiva, volverán a su origen.
Hoy en día, habitantes de pueblos y ciudades, pagan los impuestos y tasas que las administraciones les exigen, sin embargo, cuando observamos sobre la balanza el debe y el haber, vemos claramente como los pueblos salen perdiendo por goleada, porque los servicios que finalmente se cumplen, son como el valor que se le suponía al soldado en caso de guerra.
Suelo comentarlo con los amigos de vez en cuando. Cuando los romanos invadieron estas tierras, el objetivo básico de los invasores era reducirnos, y sobre todo bajarnos de las aldeas situadas en collados y cimas de montes, todo con el objetivo de lograr un control absoluto sobre estos pueblos tan beligerantes. Lo que a los romanos les llevó sudor y sangre, lo consiguió sin el más mínimo esfuerzo la sociedad del siglo XX.
En la sociedad del siglo XXI impera la hipocresía, la falsa modestia, a los políticos se les llena la boca cuando dicen que hay que velar por mantener la población rural, pero a la hora de destinar dinero público para estos pueblos, vemos que no llegan ni migajas, y cuando llegan, se despachará una obra, correspondiente a un plan, que se ejecutará mal y tarde en un 25 o 30%, y quedará pendiente de rematar hasta que se destine otra partida, si es que llega.
Los pueblos tienen más obligaciones "impuestas" que las ciudades, ¿por el medio en donde se encuentran o por la desidia de la administración? reciben menos servicios, y encima se les mantiene en el más absoluto abandono. En un pueblo, aparece un argayo en un camino del mismo pueblo y como no sean los particulares quienes tomen parte para retirar la tierra, no viene nadie, hay una casa en ruinas, amenazando la seguridad de los viandantes y el ayuntamiento no mueve un dedo, el único colegio que aguantaba en pie, amenaza con derrumbarse por completo y continua en su proceso de degradación total, en un pueblo desaparece un cubo de la basura y los responsables del servicio se niegan a reponerlo, en un pueblo el mantenimiento de la carretera principal lo lleva la naturaleza, sí, no me pongan caras raras. Cuando llega el otoño, esta tierra, rica en castaños, ve como las cunetas quedan sepultadas por toneladas de hoja y madera seca. Cuando las primeras lluvias empapan la tierra, la mezcla de hoja y madera, atora las alcantarillas hasta tal punto, que al desbordarse arrastra el contenido fuera de la vía. Los encargados del mantenimiento sólo harán su aparición, cuando las autoridades exijan reiteradamente su intervención, es decir, cuando ven que la vía resulta altamente peligrosa, en ese momento podrás ver como en unos días las cunetas vuelven a lucir el cemento, pero si observas detenidamente, verás que la hoja, tierra, y madera que se retiraron de la cuneta, se depositaron justo encima del bordillo de la misma... me viene a la cabeza el lumbreras que decía que tiraba la basura en el suelo para que los barrenderos tuvieran trabajo... ¿se imaginan alguna de estas escenas en una ciudad?. Yo no, porque a buen seguro que alcalde y concejales recibirían quejas desde el Ayuntamiento hasta el portal de casa.
Según la Constitución, "los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional" creo que en este y otros tantos capítulos se les olvidó apostillar: "siempre y cuando vivan en ciudades".
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