Hasta siempre, amigo "Angelín"
El pasado miércoles día 31 de enero los pravianos nos despertábamos con la peor de las noticias: mi entrañable amigo "Angelín el de la funeraria", como le conocíamos todos los vecinos del Bajo Nalón, había fallecido en el Hospital San Agustín de Avilés.
Algunas personas tenemos por costumbre, cuando alguien próximo y querido se nos va, hacer un relato de lo que fue su paso por esta vida y lo que ha significado para cada uno de nosotros. En mi caso particular, conocí al amigo Angelín hace casi 30 años y mi amistad con él tuvo bastante que ver con este diario de LA NUEVA ESPAÑA. Allá por la década de los años 90, cuando me hice cargo de la corresponsalía de este periódico en la comarca, cuando aún internet era cosa de unos pocos privilegiados, y cuando la única forma de enviar la información a la redacción era a través del Alsa, uno siempre tenía la mano tendida del amigo Angelín para echarnos un cable a través del fax de su oficina. Cuántas noches tengo llamado a su puerta, a las 9 o las 10 de la noche, para poder enviar aquella noticia de última hora, que si no fuera por su desinteresada colaboración no podría publicarse al día siguiente. Angelín fue para mí durante unos cuantos años el "Ángel" de salvación de muchas de mis crónicas de urgencia. En estos momentos de su triste despedida tampoco puedo dejar de recordar su valiosa colaboración con este periódico, pues en muchas ocasiones, cuando las noticias tenían que ver con sucesos luctuosos en los que había fallecidos por el medio, siempre estaba ahí la versión en primera persona de Angelín.
Por eso hoy, en su adiós para siempre, sólo puedo tener palabras de agradecimiento y de un sentido recuerdo hacia una persona de bien, como sé que lo tendrán la mayoría de los pravianos, pues era un hombre afable, cordial, amigo de ayudar a todo el mundo y enamorado de su Pravia natal, donde había nacido hace 75 años.
En los últimos años, a causa de la enfermedad que padecía, le tuvieron que amputar ambas piernas, pese a todo Angelín no había perdido las ganas de vivir, por eso era frecuente verle paseando con su silla eléctrica por las calles de la villa.
La colegiata de Pravia se quedó pequeña para dar cabida a los cientos de personas que quisieron dar el último adiós a un gran hombre, un hombre sencillo, humilde, que con su esfuerzo, su trabajo y su lucha diaria supo dar lo mejor de sí a todos cuantos hemos tenido la suerte de ser sus amigos. A su esposa, Elvira (Viri), y a sus hijos, Ignacio, Daniel y Belén, nuestro profundo pesar por su pérdida. Hasta siempre, amigo Angelín.
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