El respeto, la dignidad y los derechos de la mujer no se miden por la a
Cada vez que hay una metedura de pata, según mi opinión, ya sea lingüística o gramatical, salta a la palestra la controversia acerca de usar la “a” en aquellas palabras o vocablos que se pretenden “traducir” al femenino. Entiendo que no pasa por aquí el respeto a la mujer ni a su dignidad, ni forma parte de sus derechos.
Me recuerdo de la primera vez, que nunca supe si fue por error o intencionado, cuando Carmen Romero (exdiputada y exmujer de Felipe González) dijo aquello de “jóvenes y jóvenas”. Posteriormente, la exministra Bibiana Aído con Zapatero lanzó aquello de “miembros y miembras”. Recientemente, aunque seguro que ha habido otras, hemos escuchado a la diputada de Podemos Irene Montero lo de “portavoces y portavozas”. Con lo fácil, práctico y además sería lo correcto usar “voceras”.
Cualquier día oiremos la “traducción al femenino plural” de palabras corrientes y muy usadas en el castellano: estudiantas, elegantas, pacientas, dirigentas, pobras. También se podría oír la “traducción al masculino plural” de otras palabras: periodistos, independentistos, accionistos, progresistos, sindicalistos. Evidentemente, sólo son unos ejemplos, pero hay muchas más palabras en ambos géneros.
En este mismo orden me viene a la mente el frecuente uso entre la clase política (principalmente los que se llaman progresistas), sindicalistas, amén de otros allegados, de la duplicidad de nombres en masculino y femenino plural principalmente en sus discursos de arenga y que intuyen que están “rindiendo un pretendido homenaje a la mujer” simplemente por esta acción.
Érase una vez una sindicalista y un político progresista que se dirigían mediante discurso a un reducido grupo de personas pero muy heterogéneo en un pequeño pueblo asturiano. Ella decía el masculino y él el femenino y comenzaron así: “Buenos / buenas (días o tardes querían decir), señores / señoras, caballeros / damas, hombres / mujeres, ancianos / ancianas, viejos / viejas, nenos / nenas, niños / niñas, guajes / guajas, chavales / chavalas, chicos / chicas, mozos / mozas, trabajadores / trabajadoras, parados / paradas, compañeros / compañeras, / educados / educadas, alumnos / alumnas, amigos / amigas, guapos / guapas, todos / todas... Al final muy anticipado del discurso, en mi cuento, algunos quisieron aplaudirles la cara y otros los corrieron a gorrazos. Seguro que el añorado Tip diría que esto era una auténtica “gilipoyua”.
Reitero que la mujer es mucho más que la “a” y no se mide por la “a”. Estas teatrales actuaciones con ese engañoso pretexto no pretenden otras cosa que la autopromoción de quienes las hacen.
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